martes, 25 de noviembre de 2014

“Serán odiados por todos a causa de mi Nombre”


“Serán odiados por  todos a causa de mi Nombre” (Lc 21, 16-19). Una de las señales que precederán la Segunda Venida de Jesús en la gloria, será la persecución que sufrirán los que se mantengan fieles a Jesús. Estos serán los destinatarios de una de las Bienaventuranzas: “Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros” (Mt 5, 11-12). Paradójicamente, quienes “insulten, persigan y digan todo género de mal” contra los verdaderos cristianos, serán también cristianos, pero que habrán sido seducidos y engañados por el espíritu del Anticristo, el cual dictará doctrinas novedosas, engañosas y falsas y engañará a todos en la Iglesia con falsos milagros.
Pero, ¿qué habrá sucedido, para que se produzca tal enfrentamiento en el seno de la Iglesia? ¿Qué fenómeno se habrá producido, para que cristianos se enfrenten a cristianos? La respuesta se encuentra en el Catecismo de la Iglesia Católica: en los días previos a la Segunda Venida de Cristo en la gloria, o Parusía, dice el Catecismo, que la Iglesia deberá atravesar una profunda prueba de fe, que “sacudirá la fe de numerosos creyentes”. Dice así el Catecismo[1]: “Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el “misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un pseudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne”.
La “prueba de fe” consistirá entonces, según el Catecismo, en una “apostasía de la verdad”, en una traición a la Verdad Revelada por el Hombre-Dios Jesucristo y custodiada y enseñada por el Magisterio de la Iglesia. Quienes se mantengan fieles a la Verdad, custodiada por el Magisterio de la Iglesia, serán perseguidos; -porque la Verdad Revelada será cambiada y modificada para “proporcionar a los hombres una solución aparente a sus problemas”-, esos tales serán “insultados, y perseguidos”; quienes, por el contrario, se plieguen a la “impostura religiosa” del Anticristo, que consistirá en una “apostasía de la verdad”, serán los perseguidores de los que se mantengan fieles a la Verdad de Dios. Ahora bien, la Verdad de Dios es Jesucristo, porque Él es la Sabiduría de Dios, y el Nombre de Jesús, en la Iglesia, es “Eucaristía”; entonces, la “prueba final de la fe” de la cual habla el Catecismo, y que será la causa de la división dentro de la Iglesia, y que será la causa también de la persecución de los verdaderos cristianos, será una disputa acerca de su Presencia Real en el Santísimo Sacramento del Altar: los seguidores del Anticristo negarán su Presencia Real, mientras que los verdaderos cristianos, la afirmarán y por lo tanto, adorarán a Cristo Presente en la Eucaristía. Si alguien anunciara una verdad distinta, ese tal sería el Adversario, el Anticristo; por lo tanto, deberemos tener presente y grabarlas a fuego, en la mente y en el corazón, estas palabras de la Escritura: “Pero si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea anatema” (Gal 1, 8). “Serán odiados por  todos a causa de mi Nombre”. La persecución entonces, se hará a todo aquel que se mantenga fiel a la Sabiduría de Dios, Jesucristo, encarnado en la Eucaristía, porque los verdaderos cristianos lo reconocerán Presente en la Eucaristía y lo adorarán en el Sacramento del Altar, mientras que los seguidores del Anticristo se adorarán a sí mismos, ya que ése es el precio de la apostasía, la glorificación y la adoración del hombre por el hombre mismo, como lo enseña el Catecismo: “La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un pseudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne”.
“Serán odiados por  todos a causa de mi Nombre”. Quien ama la Eucaristía, ama a Cristo; quien odia la Eucaristía, odia a Cristo. Le pidamos a la Virgen, Nuestra Señora de la Eucaristía, que aumente cada vez más en nosotros el amor a su Hijo Jesús, Presente en la Eucaristía con su Cuerpo, su Sangre, su Alma, su Divinidad, y con todo el Amor Eterno e infinito de su Sagrado Corazón Eucarístico.



[1] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 675.

No hay comentarios:

Publicar un comentario