“Serán
odiados por todos a causa de mi Nombre”
(Lc 21, 16-19). Una de las señales
que precederán la Segunda Venida de Jesús en la gloria, será la persecución que
sufrirán los que se mantengan fieles a Jesús. Estos serán los destinatarios de
una de las Bienaventuranzas: “Bienaventurados seréis cuando os insulten y
persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de
mí. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande,
porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros” (Mt 5, 11-12). Paradójicamente, quienes
“insulten, persigan y digan todo género de mal” contra los verdaderos
cristianos, serán también cristianos, pero que habrán sido seducidos y
engañados por el espíritu del Anticristo, el cual dictará doctrinas novedosas,
engañosas y falsas y engañará a todos en la Iglesia con falsos milagros.
Pero,
¿qué habrá sucedido, para que se produzca tal enfrentamiento en el seno de la
Iglesia? ¿Qué fenómeno se habrá producido, para que cristianos se enfrenten a
cristianos? La respuesta se encuentra en el Catecismo de la Iglesia Católica: en
los días previos a la Segunda Venida de Cristo en la gloria, o Parusía, dice el
Catecismo, que la Iglesia deberá atravesar una profunda prueba de fe, que “sacudirá
la fe de numerosos creyentes”. Dice así el Catecismo[1]:
“Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final
que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su
peregrinación sobre la tierra desvelará el “misterio de iniquidad” bajo la
forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución
aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La
impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un
pseudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el
lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne”.
La
“prueba de fe” consistirá entonces, según el Catecismo, en una “apostasía de la
verdad”, en una traición a la Verdad Revelada por el Hombre-Dios Jesucristo y
custodiada y enseñada por el Magisterio de la Iglesia. Quienes se mantengan
fieles a la Verdad, custodiada por el Magisterio de la Iglesia, serán
perseguidos; -porque la Verdad Revelada será cambiada y modificada para
“proporcionar a los hombres una solución aparente a sus problemas”-, esos tales
serán “insultados, y perseguidos”; quienes, por el contrario, se plieguen a la
“impostura religiosa” del Anticristo, que consistirá en una “apostasía de la
verdad”, serán los perseguidores de los que se mantengan fieles a la Verdad de
Dios. Ahora bien, la Verdad de Dios es Jesucristo, porque Él es la Sabiduría de
Dios, y el Nombre de Jesús, en la Iglesia, es “Eucaristía”; entonces, la “prueba
final de la fe” de la cual habla el Catecismo, y que será la causa de la
división dentro de la Iglesia, y que será la causa también de la persecución de
los verdaderos cristianos, será una disputa acerca de su Presencia Real en el
Santísimo Sacramento del Altar: los seguidores del Anticristo negarán su
Presencia Real, mientras que los verdaderos cristianos, la afirmarán y por lo
tanto, adorarán a Cristo Presente en la Eucaristía. Si alguien anunciara una
verdad distinta, ese tal sería el Adversario, el Anticristo; por lo tanto,
deberemos tener presente y grabarlas a fuego, en la mente y en el corazón, estas
palabras de la Escritura: “Pero si aún nosotros, o un ángel del cielo, os
anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea anatema” (Gal 1, 8). “Serán odiados por todos a causa de mi Nombre”. La persecución entonces,
se hará a todo aquel que se mantenga fiel a la Sabiduría de Dios, Jesucristo,
encarnado en la Eucaristía, porque los verdaderos cristianos lo reconocerán
Presente en la Eucaristía y lo adorarán en el Sacramento del Altar, mientras
que los seguidores del Anticristo se adorarán a sí mismos, ya que ése es el
precio de la apostasía, la glorificación y la adoración del hombre por el
hombre mismo, como lo enseña el Catecismo: “La impostura religiosa suprema es
la del Anticristo, es decir, la de un pseudo-mesianismo en que el hombre se
glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en
la carne”.
“Serán
odiados por todos a causa de mi Nombre”.
Quien ama la Eucaristía, ama a Cristo; quien odia la Eucaristía, odia a Cristo.
Le pidamos a la Virgen, Nuestra Señora de la Eucaristía, que aumente cada vez
más en nosotros el amor a su Hijo Jesús, Presente en la Eucaristía con su
Cuerpo, su Sangre, su Alma, su Divinidad, y con todo el Amor Eterno e infinito
de su Sagrado Corazón Eucarístico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario