domingo, 15 de diciembre de 2013

“¿El bautismo de Juan viene del cielo o de los hombres?”

         

“¿El bautismo de Juan viene del cielo o de los hombres?” (Mt 21, 23-27). Con una sola pregunta, Jesús desarma el ataque verbal de los fariseos y escribas, que le habían cuestionado el hecho de enseñar Él en el templo: “¿Con qué autoridad enseñas estas cosas?”, “¿Quién te ha dado esta autoridad?”.
         Al contestarles con una pregunta acerca del bautismo de Juan, si venía del cielo o de los hombres, Jesús los desarma intelectualmente porque los fariseos reconocen que de cualquier manera que respondan, quedarán en evidencia: si responden que el bautismo de Juan era del cielo, quedan en evidencia por no haberlo seguido; si responden que el bautismo de Juan era de los hombres, deberían enfrentarse al pueblo, que estimaba a Juan como un profeta que hablaba en nombre del cielo.
Pero lo más importante es que Jesús, además de dejarlos sin respuestas, les contesta su pregunta acerca de con qué autoridad enseña en el templo, y la respuesta tácita de Jesús sería así: “Si el bautismo de Juan viene del cielo –como lo reconocen los propios fariseos- entonces Yo hablo con mi propia autoridad, porque el Bautista me señaló a mí como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, que bautizará en Espíritu y en fuego”, y esto solo lo puede hacer Dios. Si Yo lo hago, según Juan el Bautista, entonces soy Dios y tengo la autoridad que emana de mi Ser divino para enseñar en el templo”. 
Además del testimonio de Juan, la condición de Jesús como Hombre-Dios y su autoridad consecuente, se derivan de su poder de hacer milagros, puesto que se trata de obras que solo Dios puede hacer. En síntesis, la enseñanza del Evangelio es que Jesús tiene autoridad para enseñar en el Evangelio tanto por el hecho de ser llamado por el Bautista “Cordero de Dios”, como atestiguar su condición divina por medio de sus milagros. Sin embargo, a pesar de las respuestas, los fariseos y escribas terminaron crucificando a Jesús.
Ahora bien, el mismo cuestionamiento se da hoy, desde la sociedad hacia la Iglesia, e incluso entre muchos de los bautizados. Estos, al contradecir los Mandamientos de Dios y los preceptos de la Iglesia, parecen decirle a la Iglesia: “¿Con qué autoridad enseñas estas cosas?”. Es decir, tanto el mundo, como muchos de los bautizados, cuestionan al Magisterio de la Iglesia, la condición de la Iglesia de ser “Mater y Magistra”, “Madre y Maestra” de las almas, y es así como se oponen activamente a sus enseñanzas, contradiciéndolas por medio de la adopción de un estilo de vida anti-cristiano.
Ante el cuestionamiento a su autoridad de enseñar a las almas y al mundo que deben vivir según los Mandamientos de Dios, la Iglesia da como argumento su condición de Esposa del Cordero, que en cuanto tal es la única que tiene el poder divino de transubstanciar el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. A quien cuestiona a la Iglesia su autoridad para enseñar, la Iglesia les responde: “Enseño con la autoridad de ser la Única que lo engendra, por el poder del Espíritu Santo, en mi seno, el altar eucarístico”. La Iglesia enseña con la autoridad divina, porque es la única que tiene el poder de convertir el pan y el vino, en el Cuerpo y la Sangre del Cordero.

Y al igual que sucedió con los fariseos, que a pesar de saber que Jesús era Dios, lo crucificaron, así también el mundo, a pesar de reconocer que la Iglesia es la única Iglesia de Dios, terminará crucificándola, cuando se produzca la última persecución sangrienta, antes de la Parusía.

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