martes, 8 de octubre de 2013

El Padrenuestro se vive en la Santa Misa

         

      Jesús nos enseña el Padrenuestro, en el cual están contenidas las peticiones más importantes que podemos realizar a Dios Padre; la Santa Madre Iglesia, por el misterio de la liturgia eucarística, nos hace vivir el Padrenuestro en cada Santa Misa:
         “Padrenuestro que estás en el cielo”: Dios Padre está en el cielo, y puesto que el altar eucarístico es una parte de ese cielo, está también en el altar eucarístico, desde el momento en que es Él quien envía a su Hijo Jesús a renovar incruentamente su sacrificio en Cruz por nuestra salvación, y está en el altar observando cómo su Hijo Jesús derrama su Sangre por nosotros en el cáliz. Por eso también podemos decir: “Padrenuestro que estás en el cielo, que estás en esa parte del cielo que es el altar eucarístico”.
         “Santificado sea tu Nombre”: El Nombre de Dios Padre es Santo, es tres veces Santo, porque es el Único Santo y porque de Él proceden el Hijo y el Espíritu Santo, que poseen su misma santidad, la que Él les ha donado desde la eternidad. En la Misa, así como en el cielo, santificamos y glorificamos el Nombre de Dios Uno y Trino, Tres veces santo, porque se lleva a cabo la obra de nuestra redención, la renovación incruenta del Sacrificio del Altar, obra que surge de la bondad y de la santidad divina como de su fuente.
         “Venga a nosotros tu Reino”: “El Reino está entre vosotros”, dice Jesús, y por la Santa Misa, más que el Reino, está entre nosotros Jesús Eucaristía, Rey de cielos y tierra, que quiere entrar en nuestros corazones para tomar posesión y reinar en ellos, en el tiempo y en la eternidad.
         “Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo”: la Voluntad de Dios es que todos nos salvemos, y por la Santa Misa se actualiza, bajo el velo sacramental, la obra de nuestra redención, el Sacrificio del Calvario de Jesús, y se nos entrega, como prenda de salvación, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, en la Eucaristía.
         “Danos hoy nuestro Pan de cada día”: en el Padrenuestro pedimos por el “pan de cada día”, el pan material, el pan de la mesa, pero en la Misa recibimos un Pan de valor infinito, imposible de apreciar, el Pan de Vida eterna, que contiene en sí todo deleite, el Pan Vivo bajado del cielo, que alimenta nuestras almas con la Divinidad misma del Cordero.
         “Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”: en el Padrenuestro pedimos a Dios Padre que nos perdone nuestras ofensas, y la primera de todas es hacia Él, porque lo ofendimos cometiendo deicidio con nuestros pecados; en la Santa Misa, está la respuesta de amor y perdón de Dios Padre, porque en vez de castigarnos por matar a su Hijo en la Cruz, Dios Padre nos da su Amor a través del Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. La Eucaristía, que es el Sagrado Corazón de Jesús, vivo y palpitante con la fuerza del Amor Divino, es la señal visible del Amor de Dios que nos dice: “Yo te perdono tus pecados, y la prueba de mi perdón es el Corazón glorioso y palpitante de mi Hijo en la Eucaristía”. Y con ese perdón, perdonamos a quienes nos ofenden.
         “No nos dejes caer en la tentación”: En el Padrenuestro pedimos la fuerza y la asistencia de Dios Padre para resistir a la tentación; en la Santa Misa, recibimos el Ser divino trinitario de Jesús, y con él, su fuerza omnipotente, su Gracia divina, que nos permite no solo no caer en la tentación, sino vencerla con toda facilidad, porque por la Eucaristía quedamos revestidos con su misma omnipotencia, al ser hechos partícipes de su gracia.
         “Mas líbranos del mal”: En el Padrenuestro pedimos ser librados del mal; por la Santa Misa quedan derrotadas para siempre las dos fuentes de los dos males que nos agobian: el Ángel caído, Satanás –porque Jesús en la Cruz lo derrotó definitivamente- y nuestra concupiscencia -porque la gracia contenida en la Eucaristía la destruye y la hace desaparecer de nuestra alma, colocando en su lugar la vida de Dios-.
         “Amén”: En el Padrenuestro decimos “Amén”, como petición y confirmación de que “Así sea” todo lo que le pedimos a Dios Padre; en la Santa Misa, al actualizarse la obra de nuestra redención bajo las especies sacramentales, el Sacrificio en Cruz de Jesús, nos unimos al triple amén de la Iglesia: la Iglesia Militante, la Iglesia Purgante, la Iglesia Triunfante en los cielos, que de esta manera glorifica a la Santísima Trinidad y al Cordero que por nosotros dio su vida en la Cruz y la renueva en cada Santa Misa. 

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