“Yo
los envío como ovejas en medio de lobos” (Lc
10, 1-12). Al enviar a su Iglesia a misionar al mundo, Jesús les advierte
acerca de los peligros que correrán, peligros que no están causados tanto por
factores humanos, sino por factores sobrehumanos, y estos son los ángeles
caídos. Es a esto a lo que Jesús quiere referirse cuando dice que envía a sus discípulos
“como ovejas en medio de lobos”, porque la disparidad de fuerzas que da la
imagen –una oveja no tiene ninguna posibilidad frente a un lobo- remite a
entidades malignas que superan ampliamente las fuerzas de la naturaleza humana.
En otras palabras, cuando Jesús dice que los cristianos somos como “ovejas en
medio de lobos”, no está hablando de la mera inseguridad que puede vivir una
sociedad civil, inseguridad causada por el aumento de la delincuencia en todas
sus formas, en donde los cristianos serían las ovejas, y los delincuentes, los
lobos: Jesús está hablando de un peligro mucho más grande, tan grande que es
difícil incluso de imaginar, porque es un peligro real, posible de abatirse
sobre los cristianos como una fuerza imposible de resistir, así como una oveja
no puede resistir las dentelladas del lobo. Este peligro real, que supera con
creces cualquier posibilidad de defensa natural de la que sea capaz el hombre,
está dado por una multitud de seres malignos, los ángeles caídos, que habitan
en el infierno pero a los cuales se les permite salir para que tienten a los
hombres.
Sólo
así se explica la imagen que da Jesús, la de “ovejas en medio de lobos”, con la
cual describe a los integrantes de su Iglesia: así como un lobo es más ágil,
astuto y fuerte que una oveja, en cuya comparación es lenta para caminar, tarda
para pensar y sumamente débil, así la naturaleza angélica del ángel caído es superior a la naturaleza humana, y así como no puede ofrecer la más mínima
resistencia a las dentelladas del lobo, así el cristiano, sin la ayuda de la
gracia, es fácil presa de Lobo Infernal, Satanás.
“Yo
los envío como ovejas en medio de lobos”. El cristiano, en medio del mundo,
gobernado por el Príncipe de las tinieblas y por los hombres asociados a él, es
como una “oveja en medio de lobos”, y por lo tanto es débil como una oveja,
pero al mismo tiempo, y paradójicamente, al estar asistido por la gracia
divina, es más fuerte que el Lobo: no posee la astucia del Lobo infernal, pero
posee la Sabiduría divina; no posee la fuerza del Lobo, pero está dotado con la
Fortaleza de Cristo; no cuenta con la doblez y el cinismo de las tinieblas, que
proporcionan una ventaja inicial, pero está dotado de la mansedumbre y humildad
del Sagrado Corazón de Jesús. Y con estas armas invencibles, la Sabiduría
divina, la Fortaleza de Cristo y la mansedumbre y humildad, se da algo
imposible para el hombre: que la oveja venza al Lobo.
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