“Anuncien
la Buena Noticia a toda la creación” (Mc
16, 15-20). Jesús envía a sus discípulos a anunciar la Buena Noticia a toda la
creación y les dice que habrá prodigios que los acompañarán para aquellos que
crean: la curación de enfermos y la expulsión de demonios. Estos prodigios son
prolegómenos del Reino, de la Buena Noticia, y no constituyen en sí mismos la
Buena Noticia; la Buena Noticia consiste en que Jesús, el Hombre-Dios, ha
venido a este mundo, para derrotar, en la cruz, al demonio, al pecado y a la
muerte, y nos ha concedido la filiación divina, dándonos la gracia de ser hijos
adoptivos de Dios; la Buena Noticia es que Jesús nos ha abierto las puertas de
la eternidad, al ser traspasado su Corazón en la cruz, y es por eso que luego de
esta vida nos espera la vida eterna en el Reino de los cielos para quienes
creemos en Jesús como nuestro Salvador.
“Anuncien
la Buena Noticia a toda la creación”. Muchos cristianos confunden la Buena
Noticia con los prolegómenos, con los prodigios: creen que la Buena Noticia son
los prodigios que acompañan a su anuncio: la curación de las enfermedades y la
expulsión de demonios, y esto constituye una desvirtuación del Evangelio,
porque de esta manera se pierde el sentido de trascendencia, de vida eterna,
que espera a aquel que cree en Cristo Jesús, para convertirse el Evangelio en
simplemente un modo de vivir mejor en esta vida, quitando lo que la incomoda. Como
cristianos, debemos tener bien en claro que la Buena Noticia no es la curación
de enfermedades ni la expulsión de demonios, sino la vida eterna en Jesucristo,
conseguida al precio de su vida, inmolada en el sacrificio de la cruz,
sacrificio renovado cada vez, de modo incruento, en el Santo Sacrificio del altar.
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