“La
cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos” (Mt 9, 32-38). Luego de predicar la Buena Noticia, curar enfermos,
expulsar demonios, Jesús se compadece de la multitud, cuyos integrantes están “fatigados
y abatidos” y están desorientados y asustados, como “ovejas sin pastor” y es
por eso que da la recomendación a sus discípulos, de orar a Dios pidiendo por
las vocaciones sacerdotales y religiosas: “La cosecha es abundante, pero los
trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores
para la cosecha”. La cosecha son las almas, que le pertenecen a Dios; los
trabajadores son los sacerdotes y los religiosos en general; el dueño de los
sembrados es Dios; la oración pidiendo por trabajadores, es el deber de la
Iglesia de no solo rezar pidiendo por las vocaciones sacerdotales y religiosas,
sino de buscarlas y de cuidarlas allí donde se las encuentra, preservándolas
del contagio del espíritu mundano, para que no se aparten de su deber de cuidar
las almas para Dios. Es decir, la Iglesia debe rezar por las vocaciones
religiosas, pero no basta con rezar, sino que debe cuidarlas del espíritu del
mundo y, aún más, debe sacrificarse por ellas, como Madre Buena que es.
“La
cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos”. Los pastores, los
trabajadores de la cosecha, son almas elegidas especialmente por Dios, para que
pastoreen a SU rebaño, los seres humanos, y son elegidos para que los protejan
de las acechanzas del enemigo de las almas, el demonio y por esto mismo, son
como los perros guardianes del pastor, del Gran Pastor, Jesucristo: tienen la
función de ladrar, de avisar que viene el Lobo Infernal, para que el Gran
Pastor Jesucristo, lo ahuyente con su cayado, la Cruz ensangrentada. Pero si los
pastores, los religiosos, se mundanizan, o callan frente al mundo y sus trampas
mortales, son como un perro mudo, que ve que el lobo se acerca, pero como es
mudo, no ladra y así el lobo da fácilmente cuenta de las ovejas, haciendo
estragos en el rebaño. No en vano Dios advierte, en las Escrituras, contra los
pastores que duermen y que no alertan al rebaño, porque son como “perros mudos”:
“son perros mudos que no pueden ladrar, soñadores acostados, amigos de dormir”
(Is 56, 10).
Es
por eso que no basta con orar por las vocaciones: la Iglesia debe además cuidar
las vocaciones, e incluso debe sacrificarse por las vocaciones, para que estas
sean santas y puedan así cumplir su función de pastorear a las almas, las
ovejas del rebaño del Gran Pastor Jesucristo, conduciéndolas, bajo su guía, a
los verdes pastos y el agua fresca, el Reino de los cielos.
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