“Vino
Juan y los pecadores creyeron en él” (Mt
21, 28-32). Juan el Bautista predica la conversión, la apertura del corazón a
Dios y a su Amor, expresado en los Diez Mandamientos, y los que se convierten,
dice Jesús, son “los publicanos y las meretrices”, es decir, aquellos
considerados entre los más pecadores de la sociedad. Y luego se dirige a los
religiosos de su tiempo, los fariseos, los doctores de la ley y los escribas: “Pero
ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en
él”.
Lo
que Jesús les hace ver a quienes son religiosos, es que la religión tiene una
esencia, que es la caridad, una triple caridad, un triple amor sobrenatural a
Dios y al prójimo por amor a Dios y en consecuencia, el amor a uno mismo,
porque así salvamos el alma, y es esto lo que está expresado en el Primer
Mandamiento: “Amarás a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a ti
mismo”. El reproche de Jesús a los fariseos es que han vaciado a la religión de
la caridad, del amor misericordioso, quedándose en reglas externas, construidas
por los mismos hombres.
“Vino
Juan y los pecadores creyeron en él”. El tiempo de Adviento es tiempo de
conversión, tiempo de abrir el corazón al Amor misericordioso del Padre
encarnado en Jesucristo y es tiempo también de comunicar el Amor recibido en
Cristo Jesús, a nuestro prójimo, por medio de obras de misericordia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario