El Nacimiento del Niño Jesús convierte al matrimonio
meramente legal de María Santísima y de San José, en una familia. ¿Por qué el
Verbo de Dios elige una familia humana para nacer? Su Advenimiento a la tierra
podría haber sido de otra manera, y no necesariamente a través de una familia. La
respuesta es que el Hijo de Dios se encarnó y nació en una familia humana, no
solo para indicarnos que la familia compuesta por papá-varón, mamá-mujer y los hijos
–biológicos o adoptados- es el único modelo familiar pensado, deseado y creado
por Dios Trino para la humanidad, sino para que, a ejemplo de la Familia de
Nazareth, cuyos integrantes son todos santos, todas las familias aspiren a serlo, imitando a esta Familia como un modelo inigualable.
Aunque
vista desde afuera parezca una familia como tantas otras –un padre, una madre,
un hijo, es decir, personas unidas por el amor familiar-, sin embargo no lo es,
puesto que en esta familia, todo es santo, todo es puro, todo es casto, todo es
amor de Dios y la razón es que todo en esta Familia Sagrada, gira en torno a
Jesús de Nazareth, el Hombre-Dios, la santidad Increada en sí misma y Fuente
Inagotable de toda santidad.
En
esta Familia Santa, todo es santo y todos sus integrantes son santos, porque
todo gira alrededor de Jesús, el Hijo de la Familia de Nazareth, el Hijo de
María y José, que es Dios Tres veces santo y esa es la razón por la cual todas sus
relaciones humanas están santificadas y sus integrantes son modelos de santidad para todas las familias.
La Madre de la Familia de Nazareth es santa, porque es la
Virgen y Madre de Dios, creada Inmaculada, sin mancha de pecado original, para
ser precisamente Virgen, inhabitada por el Espíritu Santo desde su Concepción y
poder así cumplir el rol de ser la Madre de Dios Hijo, la Madre del Hijo
Unigénito de Dios, igual al Padre en majestad y gloria, que al encarnarse y nacer
en el tiempo y en la historia, tomaría el nombre de Jesús de Nazareth. María
Santísima es, por lo tanto, modelo inigualable de santidad para toda madre y
esposa que desee santificarse en el amor familiar.
El
Padre de esta Familia, San José, es santo, porque él también, lleno del
Espíritu Santo, es el varón casto y puro, elegido por el Padre Eterno para ser,
en la tierra, una prolongación de su paternidad y de su condición de padre,
asumiendo la paternidad adoptiva de Dios Hijo que, siendo Dios Hijo, se
convierte, por propia voluntad, en Hijo adoptivo de su propia creatura. San
José es, de esta manera, modelo inigualable de esposo casto y de padre amoroso
dedicado a su familia.
El
Hijo de la Familia de Nazareth es santo, porque es el Verbo Eterno de Dios que,
encarnado en Jesús de Nazareth, no deja de ser Dios, engendrado en la eternidad
en el seno del Padre. El Hijo de esta Familia Santa es el Hijo Unigénito de
Dios, que asumiendo la naturaleza humana, se somete voluntariamente, por amor,
a sus padres terrenos, siendo así modelo inigualable para todo hijo que desee santificarse
en la obediente sumisión amorosa a los padres.
La Iglesia nos concede la gracia de contemplar a la Sagrada
Familia de Nazareth, en la Infra Octava de Navidad, para que, en la contemplación de la santidad de sus integrantes -Jesús, María y José-, los imitemos en esta vida terrena, para luego ser glorificados en el Reino de los cielos, en la vida eterna.
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