sábado, 5 de diciembre de 2015

“Preparen el camino del Señor. Los valles serán rellenados, las colinas y las montañas aplanadas”


(Domingo II - TA - Ciclo C - 2015 – 16)

         “Preparen el camino del Señor. Los valles serán rellenados, las colinas y las montañas aplanadas” (Lc 3, 1-6). El Adviento, que significa “venida”, “llegada”, es tiempo de preparación y de espera -y de doble espera- al Señor Jesús, que es Quien Viene: el Adviento es tiempo preparación y espera de la Segunda Venida del Señor, que sucederá al fin de los tiempos, pero también, y aunque ya vino por Primera Vez, es preparación y participación, por el misterio de la liturgia eucarística, en la espera de la Primera Venida del Señor, porque a pesar de haber ya venido por Primera Vez, prolonga sin embargo su Encarnación en la Eucaristía.  
Para esta doble espera de Jesús que viene –para Navidad y al fin de los tiempos-, es que el Evangelio de hoy nos advierte, por medio del Profeta Isaías: “Preparen el camino del Señor (…) rellenen los valles, aplanen las colinas y las montañas”. Es decir, Dios viene y pareciera que para la Venida del Señor es la tierra la que tiene ser modificada; sin embargo, no es la tierra, sino son nuestras almas y nuestros corazones los que deben modificarse para recibir al Señor Jesús que viene para Adviento. Con la imagen de senderos sinuosos que deben ser rectificados, valles que deben ser rellenados y montañas que deben ser aplanadas, Dios nos advierte, a través del Profeta Isaías, acerca de las realidades espirituales, puesto que estas figuras tienen su equivalente en las disposiciones del alma, y lo que Dios nos está advirtiendo es que, para recibirlo a Él, que “viene” y “llega” para Adviento, es que debemos prepararnos.
En la primera parte del Adviento, en cuanto tiempo litúrgico, nos disponemos como Iglesia para prepararnos para la Segunda Venida del Señor, tal como lo anuncia Él mismo en el Apocalipsis: “Pronto regresaré trayendo  mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras” (cfr. Ap 22, 12). En esta parte del Adviento, entonces, la Iglesia nos prepara espiritualmente para la Segunda Venida, advirtiéndonos a través de elementos geográficos, que debemos cambiar profundamente, para recibir adecuadamente al Señor Jesús, que es “el que era, el que Es y el que vendrá”. ¿Qué es lo que representan estas figuras geográficas? Representan todos los defectos, vicios y pecados que se encuentran en nuestras almas y corazones, cuya presencia es incompatible con la Venida del Señor y por lo tanto, deben ser cambiados: los caminos que tienen que ser enderezados, representan a las almas sinuosas, no veraces, no verdaderamente transparentes; representan a las almas que hablan con engaños, con medias verdades, que son siempre mentiras completas; son las dobles intenciones, la doblez de corazón, la hipocresía, el cinismo, el decir las cosas de modo tortuoso para engañar al prójimo, el no ser rectos, sinceros, el calumniar, el difamar, el decir mentiras; nada de esto puede estar en presencia de Dios que viene, porque la oscuridad del alma no da lugar a la santidad divina y por eso el alma que es así, debe desistir y finalizar con el proceder de doble corazón. A su vez, los valles que deben ser rellenados, son las faltas de amor a Dios y al prójimo, además de la pereza en el divino servicio; representan al corazón humano vacío de fe y de amor, a Dios y al prójimo y, por lo tanto, vacío también de obras de misericordia; las montañas y colinas que deben ser aplanadas, son la soberbia y el orgullo del corazón, la concupiscencia de la carne, de la vida y de los ojos, que se levantan entre Dios y el hombre como un muro infranqueable, porque Dios, que es la Humildad en sí misma, no puede entrar en un corazón altanero, soberbio, lleno de sí mismo y vacío de Dios.
Es por eso que el Adviento –su primera parte- es tiempo de meditación en la muerte, porque no sabemos cuándo vendrá el Señor por Segunda Vez, pero si alguien muere esta tarde, por ejemplo, esta tarde será, para esa persona, el cumplimiento del Adviento, de la Venida o Llegada del Señor Jesús, porque su alma será presentada ante Jesucristo, Sumo y Eterno Juez. Para el que muere antes del fin de los tiempos, su muerte es el Adviento, la Llegada o Venida del Señor, porque es conducida a su Presencia, para recibir, en el juicio particular, la justa retribución de sus obras: para los buenos, el cielo; para los malos, la condenación.
“Preparen el camino del Señor. Los valles serán rellenados, las colinas y las montañas aplanados”. El Señor Jesús llega para Navidad y cada día que pasa es también un día menos que nos separa de la Segunda Venida. Por lo tanto, Adviento es el tiempo para meditar sobre estas preguntas:  ¿es nuestro corazón como un humilde Portal de Belén, que aunque miserable y oscuro, y a veces dominado por la pasiones, representados en el buey y el asno, tiene lugar sin embargo, para que la Virgen dé a luz en él al Salvador?
¿Cómo estamos preparados para el encuentro cara a cara con Dios que viene en la gloria al fin de los tiempos? ¿Preparamos el camino del Señor? ¿Abajamos nuestro orgullo, es decir, las montañas? ¿Enderezamos los senderos, es decir, evitamos con todo esfuerzo la doblez de corazón? ¿Rellenamos los valles, es decir, llenamos el vacío de amor a Dios y al prójimo obrando obras de misericordia para con los más necesitados? ¿Y si viniera hoy? ¿Estoy preparado para encontrarme con Él, cara a cara?
Adviento es tiempo de preparación para la Segunda Venida y de participación, por el misterio de la liturgia, de la Primera Venida. Tanto para la Primera Venida, como para la Segunda, Jesús, Dios Encarnado, mirará en nuestros corazones y revisará nuestras manos: escudriñará los corazones, buscando Amor, porque siendo Él el “Dios Amor”, no puede entrar en un corazón que no tenga Amor de Dios; revisará nuestras manos, buscando obras de misericordia, porque siendo Él Dios misericordioso, no puede subsistir ante su Presencia quien no sea misericordioso. Sea que nos preparemos para la Primera o para la Segunda Venida, Adviento es tiempo de alistar con Amor la morada del Señor, nuestros corazones, y de preparar los presentes que le ofrendaremos, las obras de misericordia.


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