Santísima Trinidad
(Rublev)
(Ciclo
C – 2016)
La revelación, por parte de Jesucristo, de que Dios es Uno
en naturaleza y Trino en Personas, es una novedad absoluta para la humanidad,
porque ninguna creatura, ni angélica ni humana, está en condiciones de penetrar
en esta verdad, si no le es revelada de lo alto. Esta revelación tiene
implicancias directas en la fe católica, que así se diferencia radicalmente de las
otras grandes religiones monoteístas, como el judaísmo y el islamismo. El católico
no cree simplemente en Dios Uno, sino en Dios Uno y Trino, un solo Dios, Ser
perfectísimo, de majestad infinita, que existe desde toda la eternidad, con su
Acto de Ser Increado, y que es uno, pero que a la vez, en Él, coexisten Tres
Personas distintas, que son distintas por su procedencia, pero son iguales en
cuanto a su majestad, poder y honor divinos. Significa también que el católico
no puede dirigirse a Dios tal como lo hacen las otras religiones monoteístas,
porque en el Dios de la religión católica hay Tres Personas –Dios Padre, Dios
Hijo, Dios Espíritu Santo-, y el hecho de ser “personas” implica, por la propia
definición de “persona”, que con todas y cada una de las Tres Divinas Personas,
se puede entablar una comunión de fe, de vida y de amor, porque las Personas
Divinas del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, por ser personas, tienen
inteligencia –conocen- y voluntad –aman, tal como sucede con las personas
humanas y angélicas. Esto quiere decir que la relación del católico con su Dios
es con Dios Uno, pero también Trino, esto es, con todas y cada una de las
Personas de la Santísima Trinidad, y esa relación es de tipo personal y una
relación de tipo personal implica tratar con esa persona por medio del diálogo,
para conocerla y también para amarla. De manera análoga a como se trata con una
persona humana –diálogo, conocimiento, amor-, así, de manera análoga –análoga porque
las Personas de la Trinidad son Dios y por lo tanto sobrepasan infinitamente
nuestra capacidad de comprensión y de entendimiento-, así es como el cristiano
puede y debe tratar a Dios Uno y Trino. Si no sabemos cómo hacerlo, podemos
leer las vidas de los santos –por ejemplo, Padre Pío, Sor Isabel de la Trinidad,
etc.-, que en su oración se dirigían, de modo diferenciado, a las Divinas
Personas, pero por supuesto que la Virgen es el modelo perfectísimo para
aprender a cómo tratar a las Divinas Personas, puesto que Ella era Hija de Dios
Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo. Esta relación
personal del católico con las Divinas Personas es necesaria por el hecho de que
Dios es Trinidad Personas, y tanto más, cuanto que, por el Bautismo
sacramental, fue convertido en hijo adoptivo de Dios Padre y en hermano de
Jesucristo, y unido al Padre y al Hijo por Dios Espíritu Santo, el Amor del
Padre y el Hijo. Todo católico, entonces, está llamado a entablar esta relación
de amistad, de comunión de vida y amor con todas y cada una de las Tres Divinas
Personas, y el modo más adecuado para iniciar, acrecentar y conservar esta
relación con las Tres Divinas Personas, es la Santa Misa, porque allí la
Iglesia adora y honra a las Tres Divinas Personas, ofreciéndoles el único don
digno de su majestad divina, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de
Nuestro Señora Jesucristo, es decir, la Santa Eucaristía. Así como para
establecer una relación con una persona, podemos ofrecerle un regalo de gran
valor, como signo de nuestra amistad, así, al ofrecer a la Trinidad el Cuerpo
Sacramentado de Jesús en la Eucaristía, iniciamos de la mejor manera nuestra
relación con las Tres Divinas Personas.
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