viernes, 20 de mayo de 2016

Solemnidad de la Santísima Trinidad


Santísima Trinidad 
(Rublev)

(Ciclo C – 2016)


         La revelación, por parte de Jesucristo, de que Dios es Uno en naturaleza y Trino en Personas, es una novedad absoluta para la humanidad, porque ninguna creatura, ni angélica ni humana, está en condiciones de penetrar en esta verdad, si no le es revelada de lo alto. Esta revelación tiene implicancias directas en la fe católica, que así se diferencia radicalmente de las otras grandes religiones monoteístas, como el judaísmo y el islamismo. El católico no cree simplemente en Dios Uno, sino en Dios Uno y Trino, un solo Dios, Ser perfectísimo, de majestad infinita, que existe desde toda la eternidad, con su Acto de Ser Increado, y que es uno, pero que a la vez, en Él, coexisten Tres Personas distintas, que son distintas por su procedencia, pero son iguales en cuanto a su majestad, poder y honor divinos. Significa también que el católico no puede dirigirse a Dios tal como lo hacen las otras religiones monoteístas, porque en el Dios de la religión católica hay Tres Personas –Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo-, y el hecho de ser “personas” implica, por la propia definición de “persona”, que con todas y cada una de las Tres Divinas Personas, se puede entablar una comunión de fe, de vida y de amor, porque las Personas Divinas del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, por ser personas, tienen inteligencia –conocen- y voluntad –aman, tal como sucede con las personas humanas y angélicas. Esto quiere decir que la relación del católico con su Dios es con Dios Uno, pero también Trino, esto es, con todas y cada una de las Personas de la Santísima Trinidad, y esa relación es de tipo personal y una relación de tipo personal implica tratar con esa persona por medio del diálogo, para conocerla y también para amarla. De manera análoga a como se trata con una persona humana –diálogo, conocimiento, amor-, así, de manera análoga –análoga porque las Personas de la Trinidad son Dios y por lo tanto sobrepasan infinitamente nuestra capacidad de comprensión y de entendimiento-, así es como el cristiano puede y debe tratar a Dios Uno y Trino. Si no sabemos cómo hacerlo, podemos leer las vidas de los santos –por ejemplo, Padre Pío, Sor Isabel de la Trinidad, etc.-, que en su oración se dirigían, de modo diferenciado, a las Divinas Personas, pero por supuesto que la Virgen es el modelo perfectísimo para aprender a cómo tratar a las Divinas Personas, puesto que Ella era Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo. Esta relación personal del católico con las Divinas Personas es necesaria por el hecho de que Dios es Trinidad Personas, y tanto más, cuanto que, por el Bautismo sacramental, fue convertido en hijo adoptivo de Dios Padre y en hermano de Jesucristo, y unido al Padre y al Hijo por Dios Espíritu Santo, el Amor del Padre y el Hijo. Todo católico, entonces, está llamado a entablar esta relación de amistad, de comunión de vida y amor con todas y cada una de las Tres Divinas Personas, y el modo más adecuado para iniciar, acrecentar y conservar esta relación con las Tres Divinas Personas, es la Santa Misa, porque allí la Iglesia adora y honra a las Tres Divinas Personas, ofreciéndoles el único don digno de su majestad divina, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señora Jesucristo, es decir, la Santa Eucaristía. Así como para establecer una relación con una persona, podemos ofrecerle un regalo de gran valor, como signo de nuestra amistad, así, al ofrecer a la Trinidad el Cuerpo Sacramentado de Jesús en la Eucaristía, iniciamos de la mejor manera nuestra relación con las Tres Divinas Personas.

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