domingo, 11 de agosto de 2019

“Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”




(Domingo XIX - TO - Ciclo C – 2019)

“Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre” (Lc 12,32-48). Jesús anuncia veladamente su Segunda Venida en la gloria, cuando vendrá a juzgar a toda la humanidad, a vivos y muertos, para dar a unos el cielo y a otros el infierno. Anuncia su Segunda Venida por medio de la parábola de los dos sirvientes: el fiel y el infiel. El fiel es el que, al momento de la muerte y también al momento de la Segunda Venida, está con su alma en estado de gracia; el infiel es el que está en estado de pecado mortal. Para comprender la parábola, hay que reemplazar a los elementos naturales con los sobrenaturales. Así, el dueño que regresa tarde a su casa es el mismo Jesús que, en cuanto Dios, regresa al final de los tiempos para juzgar a la humanidad; la noche es esta vida porque, comparada con la vida eterna del Reino de los cielos, que es luz divina, esta vida es como si fuera de noche, aunque estemos de día; el juicio que hace el dueño de casa, castigando al empleado infiel y recompensando al fiel, es el juicio que hace Dios en el Juicio Final, dando el infierno a los malos y el cielo a los buenos; el empleado fiel es el alma en gracia en el momento en el que Dios la llama a su Presencia, sea al fin de los tiempos o en el momento de su muerte; la ropa de trabajo –la túnica ceñida- con la que está el empleado fiel significa la realización de las obras de misericordia; la lámpara es la fe; la luz encendida es la gracia; la disposición de esperar a su amo para servirlo cuando llegue es la actitud del alma que, en la Iglesia, ora y trabaja por la salvación de las almas, es decir, reza, obra y tiene fe en la acción de Dios y lo espera como a su Salvador.
En cuanto al servidor infiel, que se embriaga y en vez de realizar las tareas encargadas por su amo y esperar su llegada, se pone a discutir y a pelear con los demás sirvientes, es el alma que, sin fe, ni espera la llegada de su Señor, ni tampoco le importa su llegada y por eso mismo no reza, no cumple los Mandamientos de la ley de Dios, no se preocupa por hacer obras de misericordia y solo se ocupa en embriagarse y satisfacer sus bajos instintos.
“Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”. Ninguno de los dos servidores, ni el fiel ni el infiel, saben a qué hora llegará su amo; sin embargo, el servidor fiel lo espera, preparado, con la túnica ceñida y con la lámpara encendida y llena de aceite, es decir, es el alma que, con fe y con amor en el alma, espera la Segunda Venida de Jesús: éste servidor recibirá como premio el Reino de los cielos. El servidor infiel, que se dedica a embriagarse y no le importa la Venida de su Señor, es el alma que, aun siendo bautizada, se comporta como un ateo o un agnóstico, puesto que no se preocupar por estar en gracia ni obrar la misericordia, al tiempo que busca sólo satisfacer sus bajas pasiones: éste servidor, que es el alma en pecado mortal, recibirá en castigo el infierno, porque es lo que le corresponde en justicia y es lo que él deseó con su comportamiento.
“Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”. Aprendamos del servidor fiel y prudente; estemos con la túnica ceñida y la lámpara encendida, es decir, trabajemos por la salvación de las almas con la luz de la fe y de la gracia y esperemos con ansias la Segunda Venida del Salvador, para que cuando llegue el Redentor, encuentre en nuestras manos y en nuestros corazones obras de misericordia, de compasión, de piedad y así nos conceda el anhelado premio eterno, una mansión en el Reino de los cielos.


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