domingo, 18 de agosto de 2019

“He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! (…) No he venido a traer la paz, sino la división”



(Domingo XX - TO - Ciclo C – 2019)

“He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! (…) No he venido a traer la paz, sino la división” (cfr. Lc 12, 49-53): lo que Jesús dice parece un poco contradictorio con su doctrina y sus enseñanzas: por un lado, dice que ha venido a traer “fuego” y que ya quiere verlo encendido, con lo cual uno podría pensar que toda la tierra debería estar ardiendo o que los cristianos deberían dedicarse a quemar cosas; por otro lado, dice que ha venido a traer no la paz, sino la división, lo cual parece en contradicción con otra afirmación suya, en la que dice: “Os dejo la paz, os doy mi paz”. Aquí, dice que no viene a traer la paz, sino la división. ¿De qué se trata esto que dice Jesús? Por un lado, hay que entender que es obvio que el fuego que Él ha venido a traer no es el fuego material, el fuego terreno que todos conocemos y que usamos diariamente: Jesús ha venido a traer el fuego del Espíritu Santo, el fuego del Amor de Dios, que quema pero no consume, que arde pero no provoca dolor, sino paz y alegría en el alma. Por otra parte, no ha venido a traer paz mundana, sino la paz de Dios, pero la paz de Dios implica división porque se implementa por medio de la espada de la Palabra de Dios: quien acepta la Palabra de Dios, obtiene paz para su corazón; quien no la acepta, no obtiene paz y no da paz a los demás y es así como se produce la división que dice Jesús que ha venido a traer. La división se da entre quienes creen en el Cristo de la Iglesia Católica y quienes no lo hacen.
         “He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! (…) No he venido a traer la paz, sino la división”. Jesús viene entonces a traer fuego y espada: el fuego del Espíritu Santo y la espada de la Palabra de Dios. Y no viene a traer paz mundana, sino la división, porque a causa del fuego del Espíritu y de la espada de la Palabra de Dios, unos quedarán de un lado y otros quedarán de otro, ambos enfrentados. Los que se dejen incendiar por el fuego del Espíritu Santo y los que adquieran la espada de la Palabra de Dios, se enfrentarán a quienes no lo hagan, a quienes voluntaria y libremente rechacen a Dios, a su Espíritu y a su Palabra y por eso habrá división. La división se hace patente entre quienes creen y practican los Mandamientos de la Ley de Dios y quiénes no; entre quienes creen firmemente las verdades del Credo y quienes no; entre quienes creen en la Presencia real, verdadera y substancial de Cristo en la Eucaristía y quienes no; entre quienes creen en la gracia que concede la Confesión Sacramental y quienes no; entre quienes creen que Cristo es Dios y  quienes no; entre quienes creen que Cristo, que está vivo y glorioso en la Eucaristía, habrá de venir al fin de los tiempos y quienes no. Unos forman el talón y la descendencia de la Virgen y otros forman el cuerpo de la serpiente: hay división y la habrá hasta el fin, entre unos y otros, porque no puede haber unión entre la luz y las tinieblas. La división que trae Jesús es la enemistad que hay entre los hijos de la luz, los hijos de Dios y los hijos de las tinieblas, los hijos de Satanás.
         Sólo quienes dejen inflamar sus corazones con el fuego del Espíritu Santo y sólo quienes empuñen la espada de la Palabra de Dios tendrán la paz de Dios en sus almas y podrán ser dadores de paz y unión en Cristo para quienes no tienen paz porque viven alejados de Dios.

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