lunes, 12 de agosto de 2019

“Si no volvéis a haceros como niños, no entraréis en el Reino de los cielos”.




“Si no volvéis a haceros como niños, no entraréis en el Reino de los cielos”. Jesús pone, como condición esencial para entrar en el Reino de los cielos, que los discípulos “se hagan como niños”, es decir, que sean como niños. Es obvio que no se refiere a una regresión cronológica, como el regresar literalmente a la primera infancia; sin embargo, tampoco se trata de una niñez entendida en un mero sentido moral, como el adquirir las cualidades –inocencia, humildad, pequeñez- que caracterizan a la niñez. Se trata de algo más profundo: se trata de verdaderamente ser “como niños”, pero en un sentido real, verdadero, espiritual, sobrenatural y no meramente moral. Entonces, la pregunta que se impone es la siguiente: ¿de qué manera, quien ya no es niño, puede “hacerse como niño” para así poder entrar en el Reino de los cielos? Existe una sola manera y es por la gracia, ya que la gracia comunica la vida divina, la cual contiene en sí, en toda su pureza, las cualidades de la niñez, ante todo la inocencia, la pureza y la humildad y esto porque Dios Es, en sí mismo, Inocente, Puro y Humilde.
“Si no volvéis a haceros como niños, no entraréis en el Reino de los cielos”. Ni la humanidad pura, en su sola naturaleza, ni mucho menos contaminada con el pecado original, podrá entrar en el Reino de los cielos. La única manera es por medio de la gracia, que le concede al alma la pureza, la inocencia y la humildad divinas, haciéndola capaz así de entrar en el Reino de los cielos.

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