lunes, 27 de marzo de 2023

“Cuando levanten en alto al Hijo del hombre, sabréis que Yo Soy”

 


“Cuando levanten en alto al Hijo del hombre, sabréis que Yo Soy” (Jn 8, 21-30). Jesús hace dos revelaciones en una sola frase: revela que Él será crucificado -eso es lo que significa “cuando levanten en alto al Hijo del hombre”- y que Él es Dios -eso es lo que significa “sabréis que Yo Soy”, porque “Yo Soy” era uno de los nombres con el cual los hebreos conocían al verdadero Dios-.

La crucifixión de Jesús será la culminación de los planes de los escribas y fariseos, trazados en conjunto con los sumos sacerdotes de la sinagoga, para asesinar a Jesús. Las razones de la pena de muerte sentenciada contra Jesús son injustas e irracionales: lo sentenciarán a muerte por decir la verdad acerca de Dios -Él es el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad- y por obrar el bien -hizo milagros de todo tipo, además de expulsiones de demonios-. Pero precisamente, cuando sus enemigos naturales -escribas y fariseos- y preternaturales -Satanás y todo el Infierno- piensen que han triunfado, crucificando a Jesús de Nazareth, será entonces, en ese momento, en el que se producirá el mayor triunfo de Dios, porque a través de la Sangre de Jesús derramada en la cruz, derrotará para siempre al Infierno, al pecado y a la muerte. Esto es lo que sucederá cuando “levanten en alto al Hijo del hombre”, es decir, cuando crucifiquen a Jesús de Nazareth.

El otro acontecimiento que sucederá en la crucifixión es la revelación de la condición divina de Jesús: “Cuando levanten en alto al Hijo del hombre, sabréis que Yo Soy”. En el momento en el que Jesús sea crucificado, sus enemigos serán derrotados para siempre y al mismo tiempo, Jesús y el Padre infundirán el Espíritu Santo en las almas de los hombres que amen a Jesús y les concederá la verdad acerca de Jesús: Él es El que ES, Él es el Dios a quien los judíos conocían como “Yo Soy”, por eso Jesús dice: “Sabréis que Yo Soy”. Y entonces los que amen a Jesús se postrarán en adoración ante Jesús crucificado, al tener conocimiento de la divinidad de Jesucristo.

“Cuando levanten en alto al Hijo del hombre, sabréis que Yo Soy”. En la Santa Misa, cuando el sacerdote ministerial eleva en alto la Hostia consagrada, en la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio del Calvario, Jesús sopla su Espíritu para que los que lo aman, lo reconozcan como a Dios en la Eucaristía y, postrándose ante su presencia Eucarística, lo adoren “en espíritu y en verdad”.

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