jueves, 23 de marzo de 2023

“Querían matarlo, pero no había llegado su Hora”

 


“Querían matarlo, pero no había llegado su Hora” (Jn 7, 1-2. 10.25-30). En los días previos a la Pasión y Muerte de Jesús, se pueden notar dos actitudes diametralmente opuestas, entre Jesús y los escribas y fariseos.

Por parte de Jesús, desde el inicio de su predicación pública, reveló que Él era el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, que Dios Padre era su Padre y que Él con el Padre, habrían de enviar al Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Trinidad; además de revelar la Verdad, realizó muchísimos milagros de curación física y espiritual, multiplicó panes y peces, expulsó demonios, que son los que atormentan a los hombres; es decir, Jesús solo dijo la Verdad y solo obró el bien.

Por parte de los escribas y fariseos, que eran los hombres religiosos del tiempo de Jesús, los encargados del Templo y los custodios de la Ley, que obraban bajo apariencia de bien castigando escrupulosamente a quien no observara la Ley, mientras hacían de la religión un negocio, convirtiendo al Templo en un mercado, buscaban “matar” a Jesús, literalmente hablando, con lo cual demuestran su hipocresía religiosa y la doblez y malicia de sus corazones ennegrecidos por el odio, porque no tenían ninguna razón para matar a Jesús, ya que Él solo había dicho la verdad, que Él era el Hijo de Dios y solo había obrado el bien, realizando milagros y expulsando demonios.

“Querían matarlo, pero no había llegado su Hora”. Ahora bien, si nos sorprende esta actitud maligna por parte de fariseos y escribas, que querían matar a Jesús por el solo hecho de decir la verdad y obrar el bien, debemos reflexionar sobre nosotros mismos, ya que cuando cometemos un pecado, por pequeño que sea, demostramos la misma malicia, porque son nuestros pecados los que crucifican y terminan por matar a Jesús en la cruz. Por eso mismo, si al menos no nos mueve el amor, que nos mueva la compasión hacia Jesús, para no crucificarlo con nuestros pecados y hagamos el propósito de no lastimar a Jesús con nuestros pecados, hagamos el propósito de combatir por lo menos al pecado que con más frecuencia cometemos, para al menos dar un poco de alivio a Jesús crucificado.

 

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