lunes, 27 de marzo de 2023

“Tratáis de matarme porque os dije la Verdad”

 


 “Tratáis de matarme porque os dije la Verdad” (Jn 8, 31-42). Jesús desenmascara los planes homicidas de los escribas y fariseos, que buscan “matar” a Jesús con la falsa acusación de blasfemia. Es decir, Jesús revela la Verdad de Dios como Uno y Trino y la Verdad de Él como Hijo de Dios encarnado que ha venido para salvar a los hombres, y esto es la completa Verdad, sin embargo, para los escribas y fariseos esto es “blasfemia” y “mentira” y de hecho, serán las acusaciones con las cuales llevarán a Jesús al patíbulo de la cruz.

¿Por qué los escribas y fariseos intentan matar a Jesús? Parece una decisión muy drástica, porque si les molestaba que la gente siguiera a Jesús, tal vez bastaría con decretar el destierro de Jesús, como sucedió siempre a lo largo de la historia. Una vez desterrado Jesús, la gente pronto lo olvidaría y los escribas y fariseos seguirían con sus puestos de privilegio en el Pueblo Elegido. Pero no es el destierro lo que decretan para Jesús, sino su asesinato; es decir, no se conforman con simplemente alejar a Jesús, sino que quieren quitarlo del medio de forma permanente, por medio de su asesinato. La razón de esta decisión tan drástica y dramática, se encuentra no en las mentes y los espíritus mezquinos y egoístas de los escribas y fariseos, sino en la mente y en el corazón pervertidos del Ángel caído, Satanás, que es quien instiga a los jefes del Pueblo Elegido para que cometan el homicidio contra Jesús, que en realidad es un deicidio.

En otras palabras, detrás del plan homicida de escribas y fariseos, se encuentra el “Homicida desde el principio”, el Ángel caído, Satanás, el cual pretende vanamente luchar contra Dios y hacer fracasar su plan de salvación para los hombres. Lo que el Demonio y sus secuaces, escribas y fariseos, no saben, es que no pueden matar a Dios, y si Dios encarnado muere en la cruz, porque sí muere con su Humanidad, en ese mismo momento la muerte, el Demonio y el Infierno, quedan derrotados para siempre, porque Dios es la Vida Increada en Sí misma, es la Santidad Increada, es la Gloria eterna en sí misma. Por este motivo, aunque Jesús muere con su Humanidad Santísima en la cruz, Él, en cuanto Dios, se regresa a Sí mismo a la vida, glorificando a su Humanidad y al mismo tiempo, concediéndonos la Vida divina de la Trinidad por medio de su Sangre derramada en la cruz, haciendo así vanos los planes del Ángel Homicida, el Demonio y de sus secuaces, los escribas y fariseos. 

“Tratáis de matarme porque os dije la Verdad”. Todo ser humano, en algún momento de su existencia terrena, recibirá la gracia de conocer a Jesús: quien ame a Jesús, en su Presencia Eucarística, recibirá de Él la Vida eterna, la Verdad de la Trinidad y el Amor de la Misericordia Divina; quien no lo ame, se quedará sin la Vida divina y sufrirá la segunda muerte, la muerte definitiva, quedando bajo las garras del Ángel Homicida para siempre.

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