martes, 18 de enero de 2011

Los demonios se postraban y decían: "Tú eres el Hijo de Dios"


“Los demonios se postraban y decían”: “Tú eres el Hijo de Dios” (cfr. Mc 3, 7-12). Durante su recorrido predicando la Buena Nueva, Jesús cura a muchos enfermos, los cuales llegan a arrojarse encima de Jesús, para ser curados. Debido a que también realiza exorcismos, los demonios son echados de los cuerpos a los que infectaban, y cuando lo veían, dice el Evangelio, “se postraban delante de Él diciendo: “Tú eres el Hijo de Dios””.

En esta ocasión, los que nos dejan una enseñanza son los demonios, puesto que ellos reconocen en Cristo al Hijo de Dios. No quiere decir que lo conozcan como la Segunda Persona de la Trinidad, porque eso equivaldría a poseer la gracia, y los demonios, por definición, no solo no la poseen, sino que, si Dios les llegara a conceder su gracia, la rechazarían, despreciándola.

El conocimiento que de Jesús tienen los demonios, viene por otro lado, es una especie de deducción que elaboran, luego de verlo realizar sus prodigios. Los demonios ven a Jesús obrar milagros que sólo pueden ser hechos por Dios, porque sólo Dios tiene el poder para hacerlos, como por ejemplo, multiplicar panes y peces, dar la vista a los ciegos, hacer hablar a los mudos, hacer oír a los sordos, curar las distintas dolencias del cuerpo, resucitar muertos, expulsar demonios. En su deducción, los demonios se dan cuenta que, si un hombre dice ser Dios, y hace milagros en primera persona, los cuales sólo pueden ser hechos por Dios, entonces, esa persona, es Dios. Es decir: Jesús dice ser Dios, hace milagros que sólo Dios puede hacer, entonces, es Dios.

Es esta deducción la que lleva a los demonios a reconocer en Cristo Jesús al Hijo de Dios, pero lo que los demonios, con su voluntad y su inteligencia pervertidas pueden hacer, no lo pueden hacer los fariseos, hombres con la voluntad torcida, porque ellos, viendo también los milagros de Jesús, se niegan a reconocerlo y, aún más, atribuyen sus milagros al demonio, lo cual es un pecado contra el Espíritu Santo.

Hoy sucede lo mismo con la Iglesia de Jesucristo: la Iglesia se atribuye ser la única Iglesia Verdadera del Dios Verdadero, y hace un milagro que sólo la Iglesia verdadera del Dios verdadero puede hacer, y es la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, y muchos, viendo este milagro del altar, reniegan de la Iglesia, y se van de ella.

Decenas de miles de niños, jóvenes, adultos y ancianos, abandonan la Iglesia, porque no reconocen en Cristo Eucaristía al Dios de los altares, al Dios encarnado que ha dado su vida por ellos, que continúa donándola cada vez en la Santa Misa; decenas de miles abandonan la Iglesia, porque a pesar de que la Iglesia obra el más grande milagro de todos los milagros, la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo resucitado, prefieren los vacíos espectáculos del mundo, a asistir al espectáculo del altar, la representación sacramental del sacrificio en cruz del Cordero de Dios.

“Tú eres el Hijo de Dios”, dice el demonio, luego de ser expulsado de un cuerpo al que infectaba, y mientras lo dice, se postra delante de Jesús. “Tú eres el Hijo de Dios”, debemos decir los cristianos, postrándonos en adoración ante Cristo Eucaristía, creyendo, esperando, adorando y pidiendo perdón por los que no creen, ni esperan, ni adoran, ni aman.

1 comentario:

  1. Frederic hijo del Dios "vivo"15 de diciembre de 2016, 19:54

    Cristo murió una sola vez y para siempre. Hebreos 10:10-12
    " 10 Pues la voluntad de Dios fue que el sacrificio del cuerpo de Jesucristo nos hiciera santos, una vez y para siempre.

    11 Bajo el antiguo pacto, el sacerdote oficia de pie delante del altar día tras día, ofreciendo los mismos sacrificios una y otra vez, los cuales nunca pueden quitar los pecados; 12 pero nuestro Sumo Sacerdote se ofreció a sí mismo a Dios como un solo sacrificio por los pecados, válido para siempre.

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