“Todo el mundo te busca” (cfr. Mc 1, 29-39). Luego de que Jesús curara toda clase de enfermos, y expulsara demonios, su fama se esparce por Galilea, y es tal la cantidad de gente pregunta por Jesús, que el evangelista usa una frase muy gráfica: “todo el mundo te busca”. En ese “todo”, están comprendidos todos: niños, jóvenes, adultos, ancianos, ricos, pobres, sanos, enfermos. Todos tienen algo que pedir a Jesús. Todos necesitan algo de Jesús, y Jesús se ha mostrado capaz de dominar y de vencer a los dos grandes males que asolan a la humanidad desde siempre: la enfermedad y el demonio. Todos buscan a Jesús: unos, porque están enfermos; otros, porque tienen algún amigo, familiar o conocido, que está poseído; muchos, de entre estos, que ni están enfermos ni están poseídos, buscan a Jesús por curiosidad.
“Todos el mundo te busca”. Todos buscan a Jesús, porque tienen algún interés, y Jesús puede solucionárselo. Todos buscan a Jesús, pero no lo buscan por Él mismo, sino porque les puede aliviar el problema que los aqueja.
Todos lo buscan, pero para que le solucione el drama existencial: la enfermedad, la posesión diabólica, o sino lo buscan por curiosidad, para verlo hacer milagros.
Hoy se repite la situación, a tal punto que también se puede decir: “Todos buscan a Jesús”. Todo el mundo lo busca, para que le solucione algún problema: todo el mundo tiene algún enfermo en su casa, o en su familia, si él mismo no está enfermo, y busca a Jesús para que Jesús obre la curación; todo el mundo busca a Jesús, porque necesita trabajo, porque no se siente bien y quiere sentirse bien, porque alguien tiene que rendir un examen, y necesita aprobar. Todo el mundo busca a Jesús, como en el evangelio, y lo buscan por su capacidad de obrar milagros.
Pero nadie, o casi nadie, lo busca por lo que es, Dios Omnipotente, Misericordioso, que se ha encarnado para donarnos, más, mucho más que la salud del cuerpo y del alma, la vida eterna, su misma vida divina, su vida de Hombre-Dios; nadie lo busca por su Amor, que lo dona en la efusión de sangre de su Sagrado Corazón, traspasado en la cruz, y continúa donándolo cada vez, en cada Santa Misa, en
“Todos te buscan”, dicen en el evangelio. Y Jesús nos pregunta: “¿Porqué me buscan? ¿Por ser quien Soy, o para que les haga algún milagro?”. Y entonces, le tenemos que responder: “Nadie te busca por lo que eres; te buscan por tus milagros. Todos te buscan, pero nadie te busca”.
No busquemos a Jesús de modo interesado; no lo busquemos de un modo egoísta, interesado, frío. No busquemos en Jesús sus milagros, sus sanaciones, el “estar bien”, el poder comer. Jesús lo puede hacer, y lo hará por su gran bondad, porque sabe que es lo que necesitamos, antes de que se lo pidamos.
Busquemos a Jesús por lo que Es, y no por lo que da. Hagamos nuestra la oración de una pobre costurera semi-analfabeta, de principios del siglo XX: “Señor, que yo Te ame por lo que eres y no por lo das”.
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