“Verás (…) a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre” (cfr. Jn 1, 43-51). La propia identificación que Jesús hace de Él con Jacob, el patriarca que vio en sueños la escalera por la que subían y bajaban ángeles, convierte a Jesús en
Los ángeles de Dios suben y bajan por esta escalera: bajan para recoger en un cáliz de oro la sangre del Cordero que se vierte desde sus heridas, desde su cabeza coronada de espinas, desde sus manos y pies, desde su corazón abierto, y suben, para llevar ante la presencia de Dios la ofrenda de la sangre del Cordero.
Los ángeles suben y bajan por esa escalera que es la cruz madera y suben y bajan también por la misma escalera, la cruz del altar, colocada en el Nuevo Monte Calvario, el altar eucarístico.
Los ángeles suben y bajan llevando la sangre del Cordero, la ofrenda de
Los ángeles suben y bajan para llevar la sangre del Cordero ante Dios, en adoración a la majestad infinita de Dios Trino, y suben y bajan para dar de beber esta sangre, junto con el cuerpo, a los hijos de Dios, reunidos ante la cruz del altar.
Los ángeles de Dios suben y bajan, llevando la sangre del Cordero.
Mientras suben y bajan por la escalera de la cruz, los ángeles de Dios llevan incienso y perfumes y cantan cantos de adoración al Cordero del altar.
[1] Cfr. Misal Romano.
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