domingo, 27 de marzo de 2011

No basta con ser bautizado en la Iglesia Católica para entrar en el Reino de los cielos


“Ningún profeta es bien recibido en su tierra” (cfr. Lc 4, 24-30). Jesús les hace ver a los fariseos que los favores de Dios no dependen de que ellos formen parte del Pueblo Elegido: cita a dos casos en los que Dios obra prodigios con los paganos, y no con ellos, que son el Pueblo de Yahvéh. Un primer caso, es el de la viuda de Sarepta, en Sidón, a quien le es enviado el profeta Elías, por medio del cual cesan la sequía y las hambrunas. El otro caso, es el del rey sirio Naamán, quien es curado milagrosamente de su lepra por Eliseo.

Jesús trae a la memoria estos dos casos, para hacerles ver a los judíos que no basta la mera pertenencia al Pueblo Elegido para ser tratado con favor por Dios. Los judíos, instruidos por la secta de los fariseos, pensaban que bastaba con profesar la religión judía, para tener inmediatamente garantizado un trato preferencial con Dios; por lo tanto, bastaba un cumplimiento meramente extrínseco de la religión, es decir, bastaba con practicar exteriormente las prácticas externas de piedad, para tener la seguridad de que Dios era favorable, sin importar la misericordia, la compasión, el amor fraterno.

No en vano Jesús les reprocha a los fariseos que “cuelan el mosquito”, pero al mismo tiempo “tragan el camello” (cfr. Mt 23, 25), queriéndoles hacer ver que, mientras son escrupulosos para cumplir un precepto externo de la ley, como el filtrar el agua para las abluciones, de modo que no hayan mosquitos en ella, al mismo tiempo, cometen interiormente el pecado de codicia y de gula, al comer el camello, lo cual significa un banquete desproporcionadamente grande.

Jesús deja bien en claro que la Ley Antigua, que miraba al cumplimiento exterior principalmente, es abolida, para dar lugar a la Ley Nueva, la ley de la gracia, que obra en el interior del hombre, y les hace ver que no basta con una mera pertenencia exterior al Pueblo Elegido para ser grato a Dios: Dios no envió a los israelitas ni a Elías ni a Eliseo, sino a paganos, que respondieron con un corazón abierto y generoso.

Lo mismo puede suceder a los bautizados en la Iglesia Católica: pensar que basta con ser bautizados, con hacer la comunión y la confirmación, para ser grato a Dios, sin importar el cambio de corazón, ni la práctica de los sacramentos.

De hecho, es el pensamiento de la inmensa mayoría de niños y jóvenes, que luego son los adultos que continúan con el mismo pensamiento: una vez finalizada la Comunión y el catecismo para la Confirmación, desaparecen de la Iglesia, creyendo que basta esta pertenencia para entrar al Reino de los cielos, sin importar ni la conversión ni las buenas obras.

Para estos tales, bien les vendría recordar las palabras de Jesús: “los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos”. Puede suceder que, en el Último Día, los primeros, es decir, los bautizados, que recibieron todas las muestras de amor por parte de Dios –fueron bautizados, hicieron la comunión, la confirmación, recibieron la doctrina cristiana-, se vean fuera del Reino de los cielos, mientras que los últimos, es decir, los paganos, los que no conocieron el cristianismo, los que no recibieron el bautismo, ni la comunión, ni la confirmación, ni la doctrina cristiana, sean los primeros en entrar en el cielo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario