“Señor que pueda ver” (cfr. Mc 10, 46-52). Un ciego oye que pasa Jesús y se pone a gritar para llamar la atención. Los discípulos tratan de hacerlo callar, pero el ciego continúa gritando aún más fuerte, hasta que Jesús lo llama a su Presencia. Una vez delante de Jesús, el ciego, que ya lo había tratado como un rey, al llamarlo “hijo de David”, se postra ante Jesús, en señal de adoración, y le suplica poder ver. Jesús, en atención a su fe, le concede la vista.
El episodio, que puede parecer uno más de entre tantos de curaciones milagrosas obradas por Jesús, tiene un profundo simbolismo sobrenatural, que va más allá de la mera curación corporal.
El que acude a Jesús es un hombre ciego, es decir, es alguien que vive en la oscuridad, puesto que no puede ver la luz del día, a causa del daño sufrido en sus ojos. El hombre ciego, además de haber sido una persona con existencia real, es un símbolo de la humanidad que, a consecuencia del pecado original, ha sido expulsada del Paraíso y, alejada de Dios, fuente de luz y Él mismo luz eterna e indefectible, vive en la “oscuridad y en sombras de muerte”, como dice el profeta.
El hombre, alejado de Dios desde su concepción y desde su nacimiento, debido a que el pecado de los primeros padres, Adán y Eva, se transmite de generación en generación, vive como un ciego espiritual, aún cuando pueda ver con los ojos del cuerpo, y esto se ve en la enorme dificultad que tiene para reconocer
La ceguera espiritual se debe a la ausencia de la gracia divina, que es luz que ilumina al alma con la esencia del Ser divino, que es luz en sí mismo, y así iluminada, el alma comienza a vislumbrar los misterios de Dios no con su propias capacidades limitadas e imperfectas, sino al modo de Dios.
Por la gracia, el alma es iluminada, y así sale del estado de ceguera, y también de ignorancia, porque la no contemplación de Dios, que es
“Señor que pueda ver”. Todo cristiano debe hacer suya la petición del ciego del evangelio, porque todo cristiano necesita de la luz de la gracia para contemplar a Cristo Dios en sus misterios.
Así como el ciego, aún estando físicamente muy cerca de una fuente potente de luz, no puede ver nada, así es el hombre en relación al misterio de Jesucristo en
Por eso esta petición es tanto más necesaria cuanto más cerca estamos de
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