martes, 8 de marzo de 2011

Miércoles de Cenizas


¿Por qué el rito de las cenizas? ¿Qué nos recuerdan las cenizas?

Las cenizas nos recuerdan la fugacidad del paso del hombre sobre la tierra; nos recuerdan que nacimos del polvo, es decir, de la naturaleza de nuestros padres, y que al polvo volveremos, es decir, nuestro destino es la muerte y ser sepultados en la tierra; nos recuerdan que la existencia humana, comparada con la eternidad divina, es como un soplo, como una brisa, que pasa y no vuelve; nos recuerdan, por lo tanto, que somos nada, pero al mismo tiempo, nos recuerdan nuestro pecado, nuestra maldad, porque esta nada que somos, que es “nada más pecado”, se ha atrevido a golpear en el rostro a su Dios, que se encarnó por nuestro amor, y no solo lo golpeamos, sino que lo escupimos, lo insultamos, lo flagelamos, lo coronamos de espinas, lo clavamos con gruesos clavos de hierro, le dimos a beber vinagre para su sed, lo dejamos agonizar, y le traspasamos su Corazón.

Nuestras cenizas nos recuerdan entonces que somos “nada más pecado”, y que nuestro destino irreversible es el dolor y la muerte, como consecuencias de habernos alejado voluntariamente de la santidad divina.

Las cenizas nos recuerdan el misterio de la iniquidad que anida en el corazón del hombre, ante el cual ni el mismo Dios encuentra explicación, y es por eso que desde la cruz, Jesús nos dice: “Pueblo mío, respóndeme, qué mal te he hecho, en qué te he ofendido; te guié por el desierto, te libré del mar y de tus enemigos, te llevé a tu tierra, y Tú me hiciste una cruz”. Ni siquiera Dios puede explicarse el misterio de iniquidad y de maldad que anida en el corazón humano, es decir, Dios no puede explicarse porqué ofendemos a Dios, siendo Dios un Ser de Bondad infinita, sin sombra alguna de maldad; porqué huimos del Hombre-Dios Jesucristo, como si Él fuera un malhechor, mientras que nos inclinamos por las obras de la oscuridad; por qué rechazamos su Presencia, fuente de Amor, de paz y de alegría, y nos dejamos seducir por los placeres del mundo, que solo saben a cenizas y que solo dejan en el alma angustia y dolor.

Pero al mismo tiempo, las cenizas nos recuerdan que en Cristo tenemos la esperanza, y que en Él nuestra muerte ha sido vencida, y nuestro pecado ha sido borrado, porque Él ha asumido esta naturaleza caída, este cuerpo de arcilla, esta alma inmortal envuelta en la oscuridad, y la ha santificado, la ha bañado con su sangre, la ha glorificado con su resurrección, la ha iluminado con su luz y la ha introducido en el seno de la Trinidad por la gracia.

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