Cristo en la cruz
es el Camino, la Verdad y la Vida;
es el Camino que conduce al Padre,
la Verdad del Amor de Dios,
la Vida eterna que se dona a los hombres.
“Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida” (cfr. Jn 14, 1-12). Antes de la Pasión, Jesús les anuncia a sus discípulos que habrá de partir “a la Casa del Padre” para “prepararles habitaciones” en las que ellos morarán por la eternidad; les dice también que, una vez que haya preparado los lugares destinados a ellos, volverá a buscarlos, para “llevarlos con Él”, para que estén, para siempre, donde está Él. Les dice que ellos “ya saben el camino” por donde Él irá y volverá de la Casa del Padre.
Los discípulos, que no entienden lo que Jesús les dice, piensan en los caminos polvorientos y pedregosos de Palestina, los que solían recorrer junto a Jesús, predicando el Evangelio, sanando a las gentes, expulsando demonios, resucitando muertos, multiplicando panes y peces. Los discípulos recorren, mentalmente, uno a uno, los caminos que han caminado junto a Jesús todo este tiempo, y no pueden entender cuál de ellos es el que conduce a la Casa del Padre.
Es por eso que Tomás, se da por vencido y pregunta a Jesús: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?”.
Tomás tiene delante suyo el Camino que conduce al Padre, a su seno eterno, y no lo reconoce, porque piensa en caminos de tierra y de piedra, que conducen a destinos humanos y terrenos, mientras que Jesús está hablando de un Camino Nuevo, un Camino celestial, venido del cielo, que comienza en el cielo, en el seno del Padre, y finaliza en el cielo, en el seno del Padre. Es un camino desconocido para los hombres, porque se trata de Él mismo en Persona, pero es desconocido porque conduce a un destino inimaginable, impensable, tanto para un ángel como para el hombre: el seno de Dios Padre: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por Mí”.
También a nosotros nos puede pasar lo mismo que a Tomás: tenemos en frente nuestro a Jesús, y no lo reconocemos como el camino al Padre, y al no reconocerlo, nos desviamos, con mucha frecuencia, por otros caminos, y comenzamos a recorrer sendas que nos alejan cada vez más de Dios.
Jesús es el Camino, y también es la Verdad y la Vida, y lo es en toda su vida, desde su Encarnación, pero es en la cruz en donde este Camino Real, celestial, está señalado y abierto, e invita a los hombres a ser recorrida.
Jesús en la cruz es el camino, y como todo camino, tiene dos extremos, un inicio y un final: inicia en Dios Padre, y finaliza también en Dios Padre, porque Él es el camino, el único camino, que conduce al Padre.
Pero hoy el mundo prefiere otros caminos, que también tienen un principio y un fin: son los caminos del mundo sin Dios; caminos vacíos de sentido, que conducen a ninguna parte, o más bien, conducen al abismo del cual no se retorna. Hoy los hombres han construido otro camino, que no es el humilde y sacrificado Camino de la Cruz, que es un camino de difícil recorrido, porque es en subida, y se necesita mucho esfuerzo para transitar por él, y son muy pocos los compañeros de viaje; el camino que los hombres han construido es un camino poderoso en apariencia, brillante y reluciente, porque está empedrado en oro y diamantes; ancho y espacioso, fácil de transitar, porque además es en pendiente, y son multitudes quienes se deslizan por él; Cristo en la cruz es el Camino que conduce a la felicidad eterna, pero los hombres no quieren transitar este camino, señalado con las huellas sangrientas del Via Crucis, y en cambio prefieren correr cuesta abajo por el ancho y espacioso camino del poder, del dinero, de la fama mundana, del placer, del tener, del materialismo.
“Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Cristo en la cruz es la Verdad Absoluta del Ser divino, que se auto-comunica a los hombres, concediendo a los hombres la Verdad acerca de Dios y acerca de los hombres: acerca de Dios, Cristo nos muestra el Amor del Padre, que dona a su Hijo hasta la muerte en cruz, para derramar su Espíritu de Amor sobre la humanidad, para perdonarla y así reconducirla a su seno; acerca del hombre, Cristo muestra la Verdad total del hombre, que le permite al hombre conocerse a sí mismo, como criatura convertida en hija adoptiva, por el don de la filiación divina, destinada a una vida de eternidad en compañía alegre y feliz con las Tres Personas de la Santísima Trinidad.
Pero hoy el mundo prefiere otras verdades, y no la Verdad de Cristo en la cruz; el hombre prefiere la verdad mezclada con el error; prefiere el relativismo, que es la verdad construida a la medida de cada uno, y así cada uno se construye el dios que quiere, que será el dios de la política, del fútbol, del poder, del dinero, del placer; hoy el mundo prefiere evitar las verdades de la otra vida, de la eternidad, que será vivida por cada uno, indefectiblemente, o en alegría o en dolor, y se construye en cambio las verdades a medias de este mundo, que llevan a creer que todo termina cuando termina el tiempo, y así cada uno, guiado por su propia verdad, construida a su medida y a su querer, se aleja de la Verdad absoluta de Dios revelada en Cristo Jesús.
“Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Cristo en la Cruz es la Vida, la Vida absolutamente divina, la Vida misma de la Trinidad, la Vida perfectísima y alegre de las Tres Divinas Personas, que se comunica al alma por medio de la gracia; pero hoy el mundo rechaza la Vida que Jesús da en la cruz, y prefiere vivir una vida sin Dios, y una vida sin Dios se convierte en una vida muerta, en una muerte en vida, en un vivir siempre y continuamente en la muerte. Cristo muerto en la cruz es, paradójicamente, la Fuente de la Vida eterna para las almas, y quien se acerca a Cristo crucificado, recibe no la muerte sino su Vida, la Vida plena, feliz, sobrenatural, que brota de su Corazón traspasado, pero hoy los hombres se alejan de Cristo, como si fuera la muerte y no la Vida, y así se alejan de la Fuente Inagotable de Vida, que brota de la cruz como de un manantial, para vivir la vida del mundo, y quien así vive, mundanamente, muere a cada paso, aún cuando crea estar vivo.
“Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Cristo en la cruz, Cristo en la Eucaristía, es el único Camino que debemos recorrer, la única Verdad que debemos creer, la única Vida que debemos recibir.
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