martes, 10 de mayo de 2011

La Eucaristía sacia el hambre de Dios que todo hombre tiene

Quien consume la Eucaristía
recibe la plenitud del Ser trinitario,
del cual brotan,
como de una fuente inagotable,
la Vida eterna,
el Amor divino,
la Luz celestial,
la Paz de Dios,
la Alegría de la Trinidad.

“El que coma de este Pan no tendrá más hambre” (cfr. Jn 6, 35-40). Jesús promete que Él dará un pan por el cual, aquel que lo consuma, no volverá a tener más hambre. Ahora bien, debido a que este pan es la Eucaristía, y debido al hecho, comprobado por la experiencia, de que se vuelve a tener hambre luego de consumirlo, cabe preguntarse por el sentido de las palabras de Jesús: ¿qué quiere decir Jesús cuando dice que el que consuma el pan que Él dará, “no tendrá más hambre”?

Para descubrir el sentido de la frase de Jesús, hay que tener en cuenta que no se refiere al hambre corporal, la que sobreviene al organismo de modo natural, sino al hambre espiritual, sobrenatural, de Dios. Un hambre de este tipo no puede, de ninguna manera, ser satisfecha con un pan material, sino solo con un alimento espiritual, y es esto lo que proporciona la Eucaristía al alma.

La Eucaristía sacia la sed de hambre de Dios, porque nutre al alma con la substancia misma de Dios, que se dona a través de la substancia humana divinizada del Hijo de Dios. La Humanidad de Cristo, santificada por el contacto con la Persona divina del Hijo de Dios, en el momento de la Encarnación, actúa como de puente entre Dios Trino y el alma, permitiendo que el Ser divino se done a través de ella, en el movimiento descendente de la divinidad, y permitiendo que el alma sea incorporada al seno al seno del Padre, por el Espíritu, en la unión con el Cuerpo del Hijo, en el movimiento ascendente.

“El que coma de este Pan no tendrá más hambre”. Quien se alimenta de la Eucaristía, recibe la plenitud del Ser trinitario, del cual brotan, como de una fuente inagotable, la Vida eterna, el Amor divino, la Luz celestial, la Paz de Dios, la Alegría de la Trinidad, todo lo cual extra-colma al alma, saciándola absolutamente en su hambre y en su sed de la divinidad.

Quien se alimenta de la Eucaristía, no tiene nunca más hambre de Dios.

1 comentario:

  1. en efecto nos damos cuanta que que la eucaristia es un sacrificio total y pleno que realizo Jesucristo por nosotros, es decir, una "Ofrenda consagrada". En efecto, el pan y el vino, presentados en el altar y acompañados por la devoción y por los sacrificios espirituales de los participantes, son finalmente consagrados, para que se conviertan verdadera, real y sustancialmente en el Cuerpo entregado y en la Sangre derramada de Cristo mismo. Así, en virtud de la consagración, las especies del pan y del vino, "re-presentan", de modo sacramental e incruento, el Sacrificio propiciatorio ofrecido por El en la cruz al Padre para la salvación del mundo.

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