“El
Reino de Dios está entre ustedes” (Lc
17, 20-25). Jesús dice que “el Reino de Dios” no viene “ostensiblemente”, y que
no podrá decirse “está aquí” o “está allí”, porque está “entre nosotros”. Con esto,
nos está queriendo decir que el Reino de Dios no tiene una localización
geográfica ni una extensión física al estilo de los reinos terrenos, porque el
Reino de Dios, tal como Él mismo lo dirá a quienes lo apresarán antes de su
Pasión “no es de este mundo” (Jn 18,
36) y por lo tanto, no cumple en absoluto con los estándares de los reinos de
este mundo, porque los sobrepasa por completo. En Romanos 14, 17 se da un indicio
de en qué consiste el Reino de Dios: “El Reino de Dios no consiste en comida ni
en bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. “Justicia, paz y
gozo en el Espíritu Santo”, en eso consiste el Reino de Dios y ésa es la clave
de por qué no se puede decir: “el Reino de Dios está aquí o está allí”, porque
el Reino de Dios no radica en un lugar físico o en una extensión geográfica,
sino en los corazones humanos que han sido conquistados por la gracia y que han
sido convertidos, de corazones de piedra, duros, insensibles y fríos, en
corazones que se han convertido en imágenes vivientes y en copias vivas de los
Sagrados Corazones de Jesús y de María, y que por lo mismo, laten al ritmo del
impulso del Amor Divino y sus latidos son latidos de justicia, de gozo y de
paz, como los latidos de los Corazones de Jesús y de María.
“El
Reino de Dios está entre ustedes”. Si el Reino de Dios “ya está entre nosotros”,
porque ese Reino de Dios consiste en la justicia, el gozo y la paz que trae al
corazón la gracia santificante del Hombre-Dios Jesucristo, y esto es causa de
alegría para el cristiano, cuánta causa mayor de alegría para el cristiano será
el saber que su corazón, así preparado por la gracia santificante, servirá de
alojamiento y de morada para el Rey de los cielos, el Hombre-Dios Jesucristo.
En otras palabras, si el Reino de Dios está entre nosotros y ese Reino de Dios
consiste en la gracia santificante que concede al corazón la justicia, el gozo
y la paz de Dios, esto es solo como prolegómeno para la recepción del Rey de los
cielos en el corazón en gracia, Jesucristo. De esta manera, si en el Nuevo
Testamento Jesús les decía a sus contemporáneos: “El Reino de Dios está entre
ustedes” y esto constituía para ellos la Buena Nueva, la Noticia Alegre que
alegraba sus días, en nuestros días, la Iglesia nos dice a nosotros, cuando
estamos en gracia y recibimos la Eucaristía: “El Rey de los cielos, Jesucristo, está en
ustedes por la comunión eucarística”, y esto constituye para nosotros el motivo
más grande de alegría, que colma nuestros días terrenos, en este valle de
lágrimas, de gozo, de paz, de amor y de felicidad, hasta el encuentro, cara a
cara, con Jesucristo, en el Reino de Dios.
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