domingo, 30 de noviembre de 2014

"Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa"

(Domingo I - TA - Ciclo B - 2014 - 2015)

         La Iglesia inicia el Adviento, adventus, que significa "venida" o "llegada"; es el tiempo en el cual la Iglesia espera prepara espiritualmente a sus hijos para la Navidad, es decir, la Iglesia vive el Adviento como tiempo espiritual de preparación para la Primera Venida del Señor en la humildad de la Encarnación, en la pobreza del Pesebre de Belén, en la oscuridad de la Nochebuena, iluminada por la Luz eterna de su Presencia entre los hombres. En Adviento, por lo tanto, la Iglesia toda se coloca en un clima espiritual que consiste en esperar la Primera Venida del Mesías, el Verbo Eterno del Padre, como si no hubiera venido -aunque, obviamente, tiene la fe plena y absoluta de que sí ha venido ya por primera vez-; para ello, la Iglesia toma lecturas y salmos del Antiguo Testamento relativos a la Venida del Mesías, haciendo hincapié en las promesas de que nacería de una Virgen. De este Primer Adviento, del cual sí sabemos cuándo ocurrió, en el día y la hora en que aconteció, y que fue el día y la hora en el que el Infierno comenzó a sentir su definitiva derrota, mientras la gloria de Dios se manifestaba  en la Epifanía de un Niño humano, en un humilde Portal de Belén, la Iglesia clama, con la memoria actualizada por el misterio litúrgico: "Ven, Señor Jesús".
          Pero Adviento es espera del Mesías que habrá de venir -adventus, "venida", "llegada"-, por Segunda Vez, en la gloria, ya no en la humildad y en lo escondido de una gruta recóndita de Palestina, sino sobre las nubes del cielo, revestido de gloria, para juzgar al mundo: "Verán al Hijo del hombre venir en las nubes con gran poder y gloria" (Mc 13, 26), al final de los tiempos. En este Segundo Adviento, en esta Segunda Venida gloriosa, en la cual el Infierno será sepultado para siempre, pero de la cual no sabemos "ni el día ni la hora", la gloria de Dios se manifestará universalmente, y por eso la Iglesia clama, con el corazón encendido por la esperanza del cumplimiento de las profecías mesiánicas y encendido también por la actualización del misterio de la prolongación de la Encarnación del Verbo en su seno, el altar eucarístico: "Ven, Señor Jesús".
          Adviento es, entonces, una doble espera, por el misterio litúrgico eucarístico: espera actualizada por el misterio litúrgico de una Primera Venida ya acaecida en la plenitud de los tiempos, y espera también actualizada por el misterio litúrgico de la Segunda Venida, todavía no acontecida en el tiempo humano terrestre, pero puesto que el Cristo glorioso que la Iglesia espera en su Segunda Venida es el mismo Cristo glorioso que la Iglesia hace Presente por el misterio de la Transubstanciación, que para manifestarse en la plenitud de la gloria que ya posee en la Eucaristía, solo debe esperar a que se cumpla el tiempo establecido para el Día de la Segunda Venida.
          Pero la vida del cristiano también es Adviento -adventus, "venida", "llegada"-, un Adviento continuo, sin interrupción, porque si Adviento, tanto para la Primera como para la Segunda Venida, es "espera de la venida de Cristo, el Hombre-Dios", entonces la vida del cristiano es un continuo Adviento, porque desde que se bautiza, el cristiano está esperando la "venida" o "llegada" de Cristo a su vida, y este Adviento o espera de la "venida" o "llegada" de Cristo al alma, se cumple cabalmente en la comunión eucarística, porque ese Cristo Eucarístico es el Cristo que ya vino en la Primera Venida y el mismo Cristo que vendrá, en la gloria.

          Misteriosamente, el Adviento se actualiza en la liturgia eucarística.

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