(Domingo I - TA - Ciclo B - 2014 - 2015)
La
Iglesia inicia el Adviento, adventus, que significa "venida" o
"llegada"; es el tiempo en el cual la Iglesia espera prepara
espiritualmente a sus hijos para la Navidad, es decir, la Iglesia vive el
Adviento como tiempo espiritual de preparación para la Primera Venida del Señor
en la humildad de la Encarnación, en la pobreza del Pesebre de Belén, en la
oscuridad de la Nochebuena, iluminada por la Luz eterna de su Presencia entre
los hombres. En Adviento, por lo tanto, la Iglesia toda se coloca en un clima
espiritual que consiste en esperar la Primera Venida del Mesías, el Verbo
Eterno del Padre, como si no hubiera venido -aunque, obviamente, tiene la
fe plena y absoluta de que sí ha venido ya por primera vez-; para ello, la Iglesia
toma lecturas y salmos del Antiguo Testamento relativos a la Venida del Mesías,
haciendo hincapié en las promesas de que nacería de una Virgen. De este Primer
Adviento, del cual sí sabemos cuándo ocurrió, en el día y la hora en que
aconteció, y que fue el día y la hora en el que el Infierno comenzó a sentir su
definitiva derrota, mientras la gloria de Dios se manifestaba en la Epifanía de un Niño humano, en un
humilde Portal de Belén, la Iglesia clama, con la memoria actualizada por el
misterio litúrgico: "Ven, Señor Jesús".
Pero Adviento es espera del Mesías que habrá de venir
-adventus, "venida", "llegada"-, por Segunda Vez, en la
gloria, ya no en la humildad y en lo escondido de una gruta recóndita de
Palestina, sino sobre las nubes del cielo, revestido de gloria, para juzgar al
mundo: "Verán al Hijo del hombre venir en las nubes con gran poder y
gloria" (Mc 13, 26), al final de los tiempos. En este Segundo
Adviento, en esta Segunda Venida gloriosa, en la cual el Infierno será
sepultado para siempre, pero de la cual no sabemos "ni el día ni la
hora", la gloria de Dios se manifestará universalmente, y por eso la Iglesia
clama, con el corazón encendido por la esperanza del cumplimiento de las
profecías mesiánicas y encendido también por la actualización del misterio de
la prolongación de la Encarnación del Verbo en su seno, el altar eucarístico:
"Ven, Señor Jesús".
Adviento es, entonces, una doble espera, por el misterio
litúrgico eucarístico: espera actualizada por el misterio litúrgico de una
Primera Venida ya acaecida en la plenitud de los tiempos, y espera también
actualizada por el misterio litúrgico de la Segunda Venida, todavía no
acontecida en el tiempo humano terrestre, pero puesto que el Cristo glorioso que
la Iglesia espera en su Segunda Venida es el mismo Cristo glorioso que la
Iglesia hace Presente por el misterio de la Transubstanciación, que para
manifestarse en la plenitud de la gloria que ya posee en la Eucaristía, solo
debe esperar a que se cumpla el tiempo establecido para el Día de la Segunda
Venida.
Pero la vida del cristiano también es Adviento -adventus, "venida",
"llegada"-, un Adviento continuo, sin interrupción, porque si
Adviento, tanto para la Primera como para la Segunda Venida, es "espera de
la venida de Cristo, el Hombre-Dios", entonces la vida del cristiano es un
continuo Adviento, porque desde que se bautiza, el cristiano está esperando la
"venida" o "llegada" de Cristo a su vida, y este Adviento o
espera de la "venida" o "llegada" de Cristo al alma, se
cumple cabalmente en la comunión eucarística, porque ese Cristo Eucarístico es
el Cristo que ya vino en la Primera Venida y el mismo Cristo que vendrá, en la
gloria.
Misteriosamente, el Adviento se actualiza en la liturgia
eucarística.
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