domingo, 16 de noviembre de 2014

“Hoy ha llegado la salvación a esta casa”


“Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Lc 19. 1-10). Jesús, al atravesar la ciudad de Jericó, mientras camina, mira hacia arriba, hacia el sicómoro sobre el que se había encaramado Zaqueo a causa de su baja estatura, y le dice a Zaqueo que quiere alojarse en su casa: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Zaqueo, que era un hombre rico, baja rápidamente del árbol, y dispone todo lo necesario para recibir a Jesús, recibiéndolo “con alegría”, dice el pasaje evangélico.
Notemos que no es Zaqueo quien invita a Jesús, aunque es Zaqueo quien deseaba ver a Jesús, y por eso se había subido al sicómoro, para precisamente poder verlo. No es Zaqueo quien invita a su casa a Jesús, y es Jesús quien dice a Zaqueo que quiere entrar a su casa. Pero el ingreso de Jesús a la casa material de Zaqueo es meramente preparatorio para otro ingreso, el ingreso a su corazón: puesto que es Dios, Jesús lee el corazón de Zaqueo, y sabe que está ya preparado para recibirlo, y por eso es que le dice que baje para que prepare su casa y lo reciba. Mucho más que entrar en su casa material, Jesús quiere entrar en el alma de Zaqueo, simbolizada en la casa material; el ingreso en la casa material es sólo el prolegómeno y el símbolo del ingreso del Hombre-Dios al corazón de Zaqueo y el hecho que lo confirma es la conversión inmediata de Zaqueo, quien en señal de gratitud por la Presencia de Jesús en su casa, decide dar “la mitad de sus bienes a los pobres” y dar “cuatro veces más” a quien haya podido perjudicar en sus negocios.

“Hoy ha llegado la salvación a esta casa”. Cada vez que comulgamos, Jesús entra en nuestra casa, es decir, en nuestra alma. ¿Experimentamos la misma alegría que experimentó Zaqueo? A Zaqueo, Jesús no le dio de comer su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, y sin embargo, Zaqueo, en señal de gratitud, dio la mitad de sus bienes a los pobres, y estuvo dispuesto a dar cuatro veces más a quien hubiera podido perjudicar en sus negocios. A nosotros, Jesús nos da su Cuerpo, su Sangre, su Alma, su Divinidad, y todo el Amor, eterno, infinito, inagotable, inabarcable, incomprensible, de su Sagrado Corazón Eucarístico. ¿Qué cosa estamos dispuestos a hacer en señal de gratitud por Jesús? 

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