(Domingo XXIX - TO - Ciclo
B – 2015)
“¿Podéis beber del cáliz que Yo beberé?”. “Podemos” (Mc 10, 35-45). Santiago y Juan piden a
Jesús puestos de honor en el cielo; en su respuesta, Jesús responde con otra
pregunta: “¿Podéis beber del cáliz que Yo he de beber y recibir el bautismo que
Yo he de recibir?”. Santiago y Juan le responden: “Podemos”. Luego, los
restantes discípulos se disgustan con Santiago y Juan.
Para
entender este pasaje, tenemos que considerar las tres partes del mismo,
comenzando por el pedido que hacen los hermanos: piden un puesto de gloria en
el cielo: “sentarse a la derecha e izquierda de Jesús", cuando Él haya
resucitado. Santiago y Juan no piden puestos de poder mundano: piden puestos en
la gloria del cielo, que es radicalmente opuesta a la gloria del mundo.
En
la segunda parte del pasaje, lo que debemos considerar es la pregunta con que
Jesús responde a la pregunta de Santiago y Juan:.Jesús les advierte que Él está
por “beber del cáliz” amargo de la Pasión, porque será traicionado, condenado a
muerte, flagelado, coronado de espinas, insultado y morirá en la cruz y eso es
lo que les quiere decir cuando les pregunta: “¿Podéis beber del cáliz que Yo he
de beber?”; también, en la pregunta, Jesús les advierte a Santiago y Juan que
Él está por recibir un bautismo, pero es el bautismo en su Sangre, porque su
Cuerpo recibirá tantos latigazos, tantos golpes y su Cabeza será coronada con
espinas tan grandes y filosas, que la Sangre que brote de su Cabeza herida
bañará su Rostro, su espalda, su tórax, sus brazos, hasta sus piernas, pero
también quedará cubierto de Sangre por las incontables heridas que recibirá en
todo su Cuerpo: esto es lo que Jesús les quiere decir cuando les pregunta si “pueden
recibir el bautismo que Él ha de recibir”. En otras palabras, Jesús les está
diciendo, al responderles con una pregunta, que si quieren sentarse a su
derecha e izquierda, deberán participar de su Pasión, es decir, deberán beber
del mismo cáliz de amargura de la Pasión y deberán participar del bautismo en
su propia Sangre; deberán estar al pie de la Cruz, para ser bañados por su
Sangre y así participar de su bautismo de Sangre.
El
otro elemento que tenemos que considerar es la respuesta de Santiago y Juan, “Podemos”,
respuesta en donde está claro que saben qué es lo que están pidiendo. La respuesta
afirmativa, segura, concreta, concisa, demuestra que los hijos de Zebedeo
saben, de antemano, antes de preguntar a Jesús, que para entrar en el cielo y
tener esos puestos de honor, deben participar de la Pasión y estar al pie de la
cruz. Confirma que no están pidiendo puestos de honor mundano, sino que piden
estar al pie de la cruz, para luego estar sentados a la derecha e izquierda de
Jesús en el Reino de los cielos. Lo que piden los hermanos, participar de la
Pasión de Jesús en la tierra para luego participar de su gloria en los cielos,
es el pedido que todo cristiano debe hacer.
El
otro aspecto para reflexionar en este pasaje es la respuesta de los demás
discípulos al enterarse de la petición que hacen Santiago y Juan a Jesús: se
indignan, se enojan, murmuran contra ellos. Esta reacción de los discípulos,
demuestra que, mientras los hijos de Zebedeo han sido iluminados por el
Espíritu Santo acerca de cuál es el fin para el que están en esta vida y para
qué misión los eligió Jesús, ellos en cambio permanecen en la oscuridad,
encerrados en sus prejuicios, en sus razonamientos puramente humanos, además de
estar movidos por la codicia, la ambición y la vanagloria, porque lo que
quieren es estar al lado de Jesús, pero no para participar de su Pasión y Cruz,
sino para servirse del hecho de que Jesús es seguido por multitudes, para ser ellos
aclamados por los hombres. Los discípulos reaccionan enojados porque están
pensando humanamente; se enojan contra Santiago y Juan porque ellos también
quieren puestos de honor, pero no la cruz, sino el honor del mundo, que es un
honor sin cruz; quieren aprovecharse de la amistad de Jesús, para ser
reconocidos y alabados por los hombres; quieren, en definitiva, la gloria
mundana, pero no quieren beber del cáliz de al amargura de Jesús ni quieren ser
bañados en su Sangre. Para eso no dudan, movidos por la envidia, en enojarse y calumniar
a Santiago y Juan. Esto sucede con muchos cristianos en la Iglesia: quieren
puestos de honor, de poder, pero no la cruz y eso se demuestra en la ambición,
la codicia, la soberbia, la envidia, el prejuicio contra el hermano, el hablar
con malicia, para desacreditarlo, el sembrar cizaña, para sacar provecho propio;
son cristianos que apenas consiguen un espacio de poder, ya se piensan que son
los dueños de la Iglesia y que todos deben obedecerles. No buscan servir a los
demás, como Jesús, sino que buscan ser servidos por los demás, a través de los
puestos de poder y privilegio y para mantenerse en estos puestos, calumnian y
difaman, movidos por la envidia y los celos.
Pero
Jesús reprocha duramente esta actitud de soberbia y de desprecio del prójimo,
acompañada de la calumnia, que es lo que hacen los discípulos contra Santiago y
Juan en el Evangelio, y esto es lo que explica la última parte del pasaje evangélico,
con la advertencia de Jesús, esta vez a los discípulos rebeldes. Que Jesús los
considere mundanos y con apetencias mundanas, se ve en los ejemplos que pone:
los príncipes de este mundo –lo que quieren ser ellos- son dominadores de los
demás, y con esto, se vuelven injustos ante los ojos de Dios; es lo que pasa
con los cristianos que, una vez en el poder, creen que pueden dominar a sus
hermanos, para que se haga su voluntad y no la de Dios. Para que no sean
mundanos, para que no busquen la gloria del mundo, sino para que busquen la
gloria del Reino, les dice qué es lo que deben hacer, como miembros del Reino: servir
a los demás, haciéndose los últimos de todos. Notemos que Jesús no desalienta
el querer ser el primero, es decir, el querer ser mejor, sino que nos dice de
qué manera alguien se convierte en el primero y en el mejor de todos a los ojos
de Dios: el que participa de la cruz de Jesús y bebe de su cáliz de amargura,
porque así se convierte en esclavo, en servidor de Dios Padre y de los hombres, haciéndose igual a Jesucristo y uniéndose a Él en la cruz y así, unido a Jesús, se convierte en corredentor de la humanidad.
“¿Podéis
beber del cáliz que Yo beberé?”. También a nosotros nos dirige Jesús la misma
pregunta que a los hijos de Zebedeo; también a nosotros nos invita a la gloria
de su Reino, pero pasando por la ignominia de la cruz y nosotros, imitando a Santiago
y Juan y confiados en la gracia divina, le decimos: “Podemos”.
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