“Yo
he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera
ardiendo!” (Lc 12, 49-53). ¿De qué
fuego habla Jesús? ¿Por qué desea incendiar la tierra? ¿Qué es lo que quiere
hacer arder Jesús con ese fuego que ha venido a traer? Para responder a estas
preguntas, debemos considerar quién es Jesús: no es un hombre más entre tantos;
no es tampoco un hombre santo, ni siquiera el más santo entre los santos; Jesús
es Dios Hijo encarnado, es el Hombre-Dios, Fuente de toda santidad. Como tal,
Jesús espira al Espíritu Santo, tanto en cuanto Hombre como en cuanto Dios,
junto a su Padre Dios. El Espíritu Santo, que arde en el Sagrado Corazón de
Jesús, consumiéndolo de Amor, es el Fuego de Amor Divino que Jesús ha venido a
encender en nuestros corazones. Es el Espíritu Santo, el Fuego del Amor de
Dios, el que Jesús sopla sobre nuestras almas, en cada comunión eucarística. Este
es el Fuego del que habla Jesús cuando dice: “Yo he venido a traer fuego sobre
la tierra”. Sin embargo, a pesar de que Él lo ha traído, no arde todavía, porque
Jesús dice: “¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!”. Es un fuego que no
arde. ¿Por qué? ¿Qué es lo que tiene que hacer arder este fuego, y que no arde
hasta ahora? Si el fuego que ha venido a traer Jesús no arde, no es por el
fuego en sí mismo, porque el Espíritu Santo es, en sí mismo, el Fuego del Divino
Amor; es Amor de Dios, que es Fuego incandescente, celestial, sobrenatural. Si este
fuego no arde, es porque no encuentra la materia apta para ser encendida: el
fuego no enciende la roca. ¿Cuál es la materia para este Fuego de Amor que trae
Jesús? La materia apta para ser encendida por este Fuego, es el corazón humano,
pero el corazón humano, cuando es duro y frío como una piedra, no puede ser
encendido por el Divino Amor. Cuando el corazón humano es despiadado,
inmisericorde, duro y despectivo con su prójimo, no se puede encender en el
Fuego de Amor que es el Espíritu Santo. Que por intercesión de María nuestros
corazones sean, entonces, como madera seca o como hierba seca, para que al
contacto con el Fuego de Amor que arde en el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús,
combustionen al instante y comiencen a arder en el Fuego del Espíritu Santo, en
el tiempo y en la eternidad.
Adorado seas, Jesús, Cordero de Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios oculto en el Santísimo Sacramento del altar. Adorado seas en la eternidad, en el seno de Dios Padre; adorado seas en el tiempo, en el seno de la Virgen Madre; adorado seas, en el tiempo de la Iglesia, en su seno, el altar Eucarístico. Adorado seas, Jesús, en el tiempo y en la eternidad.
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