jueves, 22 de octubre de 2015

“Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!”


“Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12, 49-53). ¿De qué fuego habla Jesús? ¿Por qué desea incendiar la tierra? ¿Qué es lo que quiere hacer arder Jesús con ese fuego que ha venido a traer? Para responder a estas preguntas, debemos considerar quién es Jesús: no es un hombre más entre tantos; no es tampoco un hombre santo, ni siquiera el más santo entre los santos; Jesús es Dios Hijo encarnado, es el Hombre-Dios, Fuente de toda santidad. Como tal, Jesús espira al Espíritu Santo, tanto en cuanto Hombre como en cuanto Dios, junto a su Padre Dios. El Espíritu Santo, que arde en el Sagrado Corazón de Jesús, consumiéndolo de Amor, es el Fuego de Amor Divino que Jesús ha venido a encender en nuestros corazones. Es el Espíritu Santo, el Fuego del Amor de Dios, el que Jesús sopla sobre nuestras almas, en cada comunión eucarística. Este es el Fuego del que habla Jesús cuando dice: “Yo he venido a traer fuego sobre la tierra”. Sin embargo, a pesar de que Él lo ha traído, no arde todavía, porque Jesús dice: “¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!”. Es un fuego que no arde. ¿Por qué? ¿Qué es lo que tiene que hacer arder este fuego, y que no arde hasta ahora? Si el fuego que ha venido a traer Jesús no arde, no es por el fuego en sí mismo, porque el Espíritu Santo es, en sí mismo, el Fuego del Divino Amor; es Amor de Dios, que es Fuego incandescente, celestial, sobrenatural. Si este fuego no arde, es porque no encuentra la materia apta para ser encendida: el fuego no enciende la roca. ¿Cuál es la materia para este Fuego de Amor que trae Jesús? La materia apta para ser encendida por este Fuego, es el corazón humano, pero el corazón humano, cuando es duro y frío como una piedra, no puede ser encendido por el Divino Amor. Cuando el corazón humano es despiadado, inmisericorde, duro y despectivo con su prójimo, no se puede encender en el Fuego de Amor que es el Espíritu Santo. Que por intercesión de María nuestros corazones sean, entonces, como madera seca o como hierba seca, para que al contacto con el Fuego de Amor que arde en el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, combustionen al instante y comiencen a arder en el Fuego del Espíritu Santo, en el tiempo y en la eternidad.

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