“¡Feliz
el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!” (Lc 14,15-24). Con ocasión de la expresión de un invitado, Jesús
relata una parábola, en la cual el dueño de casa prepara “un gran banquete” y
manda a su sirviente a invitar “a mucha gente”. Sin embargo, a pesar de saber
que se trataba de un banquete, es decir, de una comida suntuosa, “todos, sin
excepción”, de los que son invitados, se excusan, con pretextos banales y poco
creíbles: “Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego me disculpes”;
“He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me disculpes”; “Acabo
de casarme y por esa razón no puedo ir”. Al conocer la respuesta de estos
primeros invitados, el dueño de casa le dice, “irritado” a su sirviente, que “recorra
las plazas y las calles de la ciudad y que le lleve a los pobres, lisiados,
ciegos y paralíticos”. Una vez cumplida la orden, y debido a que todavía
quedaban lugares, el dueño de casa ordena a su sirviente que “insista a la
gente para entre”, para que “su casa quede llena”. Y hace una advertencia: “Les
aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena”. Es
decir, el dueño de casa invita a “toda la gente” para que no queden lugares
libres, de manera tal que los primeros invitados no tengan lugar.
Para
apreciar la enseñanza de la parábola, es necesario tener en cuenta que cada
elemento de la misma representa a una realidad sobrenatural: el dueño que
prepara la fiesta o banquete suculento, es Dios Padre; el manjar que se sirve, es
la Carne del Cordero, asada en el Fuego del Espíritu Santo; el Pan de Vida
eterna, el Cuerpo de Jesús resucitado y el Vino de la Alianza Nueva y Eterna,
la Sangre de Jesús derramada en la cruz y vertida en el cáliz eucarístico; los
invitados, son los cristianos, los bautizados en la Iglesia Católica; los
pretextos que ponen para no asistir al banquete, son los pretextos banales que
los cristianos ponen para no asistir a la Santa Misa, los cuales, actualizados
a nuestros días, serían: la televisión, el deporte, los paseos, el fútbol
dominical, el descanso, etc., cuando no son los negocios y la avidez de ganar dinero. Es decir, son todas las actividades que hacen los
cristianos el Día Domingo, en reemplazo de la Santa Misa: cualquier actividad
es preferida por la inmensa mayoría de los cristianos, antes que la Santa Misa,
propiciando así un ultraje a Dios Padre, que es quien ha preparado el Banquete
Celestial. A su vez, los “pobres, lisiados, ciegos y paralíticos”, son los
paganos que aún no conocen a Cristo, pero que serán llamados a ocupar los
puestos dejados vacantes por los católicos que no supieron o no quisieron
disfrutar y aprovechar el Banquete del cielo, la Santa Misa.
Es
por esto que, para estos cristianos, es que se dirige la advertencia de la
parábola: “Les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de
probar mi cena”.
Para los que asisten a Misa y comulgan con un corazón lleno de amor, de piedad y de devoción, es la expresión: “¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario