“¿Por
qué no entregaste mi dinero en préstamo?” (Lc
19, 11-28). Con la parábola de un hombre que entrega cien monedas de plata a
diez servidores para que las multipliquen, premiando a quienes cumplieron sus
órdenes y castigando a aquel que no hizo nada con las monedas, Jesús grafica la
entrega de dones al hombre por parte de Dios y la necesidad de hacerlos rendir
en favor del Reino; en caso contrario, lo recibido será luego quitado al final
de la vida.
En
efecto, el hombre noble que parte para ser investido como rey, es Él en su
misterio pascual, que parte a la Casa del Padre, por el sacrificio de la cruz,
para recibir la corona de gloria en los cielos y ser investido como Rey de
cielos y tierra; las cien monedas de plata que entrega a sus servidores para que
las multipliquen, representan a los dones y talentos de todo tipo –sea en el
orden natural, como el ser y la vida; sea en el orden sobrenatural, como el
bautismo, la Eucaristía, etc.- con los que Dios adorna a toda alma en la
Iglesia; los hombres que multiplicaron las cien monedas de plata representan a
los cristianos que utilizan sus talentos colocándolos al servicio del Reino de
Dios, buscando en todo la salvación de las almas y la mayor gloria de Dios; el
hombre que escondió las cien monedas de plata en un pañuelo por temor a su
patrón, representa a los cristianos que, habiendo recibido dones de todo tipo,
iguales a aquellos que alcanzaron la santidad –todos reciben cien monedas de
plata, en las que están representados los talentos necesarios para la
salvación-, sin embargo, no utilizaron esos dones y talentos para salvar almas
y para glorificar a Dios, sino que los utilizaron, o bien en provecho propio, o
bien para el mal; la recompensa que da el hombre noble a los que multiplicaron
sus monedas –diez y cinco ciudades respectivamente-, una recompensa
desproporcionada, representa el premio de la vida eterna en el Reino de los
cielos, el cual es siempre desproporcionado frente a cualquier obra meritoria
del hombre; el castigo al hombre mezquino que no quiso hacer rendir las monedas
de plata, representa la eterna condenación de quienes, por tibieza o por malicia,
despreciaron los talentos dados por Dios.
“¿Por
qué no entregaste mi dinero en préstamo?”. Ningún hombre, pero sobre todo,
ningún cristiano, puede decir que “no tiene dones”, puesto que todos hemos
recibido la cantidad de dones necesarios para ganar el cielo, representados en
las cien monedas de plata. Multiplicar esos dones o esconderlos, depende de
nuestra libertad, con lo que nuestro destino eterno depende, también, de
nuestra entera libertad.
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