“El
Reino de los Cielos se parece a una red que se echa al mar y recoge toda clase
de peces” (Mt 13, 47-53). Para que
nos demos una idea acerca del Reino de los cielos, Jesús lo compara con una
escena conocida en todo el mundo, la de unos pescadores que, luego de una
jornada de pesca, se dedican a separar los peces que están en buen estado –y por
lo tanto, comestibles y en condiciones de vender-, con los peces que están en
mal estado, los cuales son descartados. Es el mismo Jesús quien nos da la clave
de interpretación de la imagen de los pescadores: “Así sucederá al fin del
mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para
arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes”. Por lo
que dice Jesús, la imagen de los pescadores es útil no sólo para graficar el
Reino de los cielos, sino también el Día del Juicio Final. En efecto, así como
los pescadores separan a los peces que están en buena condición, de aquellos
que no lo están, así también los ángeles de Dios, con San Miguel Arcángel a la
cabeza –esta es la razón por la cual San Miguel Arcángel aparece retratado, en
muchas ocasiones, con una balanza en la que pesa las almas-, separarán, el Día
del Juicio Final, a los hombres buenos, los que murieron en gracia de Dios, con
los que no lo hicieron; estos últimos, además, serán arrojados fuera del Reino,
“en el horno ardiente”, en donde habrá “llanto y rechinar de dientes”. Claramente,
Jesús se refiere al Infierno y se refiere también al tipo de dolor que
experimentarán los condenados, que no es solamente el dolor espiritual por
haber perdido para siempre la visión beatífica, que los habría llenado de gozo
y alegría, sino que el dolor será corporal, porque Jesús habla de “llanto” y de
“rechinar de dientes”, lo cual implica la posesión de un cuerpo material por
parte del condenado, ya que las lágrimas se producen en los conductos
lacrimales y los dientes, obviamente, suponen una boca y la boca y los
lacrimales están en el cuerpo y no en el alma o espíritu. Para quienes niegan
la existencia del Infierno, o para quienes sostienen que el Infierno está
vacío, o para quienes afirman que los dolores en el Infierno son puramente
espirituales o morales, como la conciencia de la pérdida de Dios, este pasaje
acerca del Reino de Dios ilustra claramente, por parte de Jesús, por
contrapartida y con pocas palabras, la tenebrosa realidad del Reino de las
tinieblas.
“El
Reino de los Cielos se parece a una red que se echa al mar y recoge toda clase
de peces”. Además de esto, para profundizar en el significado espiritual de la
imagen, es necesario considerar qué elementos sobrenaturales están
representados en ella: la barca de los pescadores es la Iglesia Católica; los
pescadores que separan los peces, son los ángeles; el mar donde se lleva a cabo
la pesca, es el mundo y la historia humana; la red con la que se atrapan los peces, es Cristo, Palabra de Dios encarnada; la finalización de la pesca y la tarea de separar los peces buenos de los malos, significa el fin del tiempo y de la historia humana y el comienzo del Día del Juicio Final, en el que los hombres buenos serán separados de los malos según sus obras, los primeros para el Reino de Dios, los segundos, para el Reino de las tinieblas; los peces buenos, son los que
murieron en gracia de Dios y por lo tanto sirven para el Reino; los peces que
no sirven como comestibles ni para la venta y son desechados, representan a
quienes mueren sin la gracia santificante, en estado de pecado mortal, y se
condenan. El ser una u otra clase de pez, es decir, buenos o malos, depende de
nuestra libre respuesta a la gracia santificante.
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