“Jesús
proclamaba la Buena Noticia del Reino y curaba todas las enfermedades y
dolencias” (Mt 9, 32-38). Existe una
tendencia, dentro del cristianismo, a identificar la “Buena Noticia del Reino”,
proclamada por Jesús en Persona, y la “curación de todas las enfermedades y
dolencias”, realizadas también por Jesús. Para muchos cristianos –sean sacerdotes
o laicos-, la “Buena Noticia” es buscar la curación o sanación de las
enfermedades, sean corporales o psíquicas. Esto es lo que explican las
denominadas “misas de sanación”, en donde la gente –legítimamente- busca ser
sanada de sus dolencias. Sin embargo, la Buena Noticia de Jesús no radica en la
curación de enfermedades y dolencias, por graves que sean: la presencia de la
enfermedad y su eventual curación, cuando acontece -sea milagrosamente o sea
por la ciencia-, es sólo un aspecto de la vida querido o permitido por Dios,
pero para que la persona que sufre se acerque a Él y participe de su Cruz. Se puede
decir que la enfermedad, con todo lo que esta acarrea –tribulación, angustia,
dolor, ansiedad-, es una participación a la cruz de Jesús. En otras palabras,
es Jesús quien, a través de la enfermedad que permite que le acontezca a una
persona, está acercando a esta persona a Él mismo, que está crucificado en el
Calvario –y, por lo tanto, la acerca también a María Santísima, que está de
pie, al lado de la cruz-. Es absolutamente legítimo implorar a Dios, en la
Misa, en el Rosario, en la Adoración Eucarística y en cualquier oración que el
católico buenamente pueda hacer, pero ante la enfermedad, lo que nos enseñan
los santos, como San Ignacio de Loyola, no es pedir, ni la curación, ni la
prolongación de la enfermedad, sino que se cumpla la voluntad de Dios. Dice San
Ignacio que el alma puede estar llamada a seguirla en la enfermedad, o también
en la salud, y que por lo tanto, no hay que pedir ni salud, ni enfermedad, sino
el cumplimiento de la voluntad de Dios en nuestras vidas. En otras palabras,
podría ser que Dios quisiera que me santifique en la enfermedad, por lo que
tengo que pedir el saber participar de la Pasión de Jesús, que eso es la
enfermedad; o pudiera ser que Dios quisiera que yo me santifique con la salud,
con lo cual tendría que pedir el sanarme. Ahora bien, como no sé a ciencia
cierta cuál es la voluntad de Dios, si que yo me sane o continúe enfermo,
entonces, lo que tengo que pedir, es que se cumpla la voluntad de Dios en mí, y
el modelo para esta oración son María Santísima en la Anunciación –“Se cumpla
en mí según tu voluntad” (Lc 1, 38) y
Nuestro Señor en el Huerto –“Padre, que no se cumpla mi voluntad, sino la tuya”
- (Lc 22, 42).
“Jesús
proclamaba la Buena Noticia del Reino y curaba todas las enfermedades y
dolencias”. La Buena Noticia del Reino es la Persona de Jesús, Segunda de la
Trinidad, encarnada en Jesús de Nazareth, muerto en cruz por nuestra salvación.
La curación de “enfermedades y dolencias” es, en algunos casos y no en todos,
el camino para llegar al cielo. En otros casos, la enfermedad y la dolencia es
el camino para participar de la Santa Cruz de Jesús y así llegar también al
cielo. No importan, ni la curación, ni la salud, sino que se cumpla la voluntad
de Dios en nuestras vidas, que quiere salvarnos a todos, a unos en estado de
salud, y a otros por la enfermedad. No pidamos, entonces, a priori, ni salud,
ni enfermedad, sino que se cumpla su voluntad, que siempre es santa, en
nuestras vidas.
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