(Domingo
III - TA - Ciclo A – 2016)
“¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?” (Mt 11, 2-11). Juan el Bautista, que se
encuentra en la cárcel por orden de Herodes, escucha “hablar de las obras de
Cristo”, es decir, los milagros que realiza y la sabiduría con la que habla,
por lo que envía “a dos de sus discípulos para preguntarle” si Él es “el Mesías
que ha de venir o si deben esperar otro”: “¿Eres tú el que ha de venir o
debemos esperar a otro?”. Jesús les responde: “Vayan a contar a Juan lo que
ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son
purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es
anunciada a los pobres”.
Es decir, el Bautista manda a preguntar a Jesús si “es el
Mesías que ha de venir”, aunque es una pregunta retórica, porque el Bautista
sabe que Jesús sí es el Mesías que ha de venir por Primera Vez al mundo –es el
Espíritu Santo en Persona quien ilumina al Bautista para que sea capaz de ver,
en Jesús de Nazareth, al “Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”-, y el hecho que demuestra que el Bautista sabe que Jesús es "el Mesías que ha de venir", es que, para que los hombres lo reciban, es que predica la conversión del corazón en el
desierto, vestido con piel de camello y alimentándose de langostas y miel. A su
vez, la respuesta de Jesús es una respuesta afirmativa, pero tácita, porque no
responde directamente: “Sí, Yo Soy el Mesías que ha de venir”, sino que
responde enumerando las obras que Él hace, obras que sólo el Mesías-Dios puede
hacer, y esas obras no se limitan solo a la sanación corporal, sino ante todo,
comprenden el Anuncio de la Buena Nueva, la Buena Noticia de la salvación de
los hombres: “Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y
los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los
muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres”. Las pruebas
que Jesús da para afirmar que Él es el Mesías que había de venir, son los
milagros –que solo pueden ser hechos por Dios- y el Anuncio de la Buena Noticia
de la salvación. En otras palabras, Jesús responde no sólo que Él es el Mesías
del que hablaron los profetas y al que el Pueblo Elegido esperaba, sino que es
el Mesías-Dios, porque sólo Dios puede hacer esos milagros, como por ejemplo,
resucitar muertos, aunque la prueba definitiva de que Él es el Mesías, es el “Anuncio
de la Buena Noticia a los pobres”.
Puesto
que el mismo Jesús que se reveló como Mesías al Bautista, es el mismo Jesús que
está en la Eucaristía, nosotros, parafraseando a los discípulos de Juan el
Bautista, le decimos a Jesús en el sagrario: “Jesús Eucaristía, Tú eres el Dios
que vino por Primera Vez; eres el Dios del sagrario que habrá de venir por
Segunda Vez; eres el Dios de la Eucaristía, que viene a nosotros, cada vez, en
la Comunión Eucarística”.
Y
de la misma manera a como Juan el Bautista anunció en el desierto al “Cordero
de Dios que quita los pecados del mundo”, así también nosotros debemos, en el
desierto de este mundo sin Dios, anunciar que Jesús en la Eucaristía es el “Cordero
de Dios que quita los pecados del mundo” que ha de venir por Segunda Vez a
juzgar a los hombres, y del mismo modo a como era necesaria la purificación del
corazón para recibirlo en su Primera Venida, así también, y aún más, es
necesario e imprescindible, para comparecer ante nuestro Dios en su Segunda Venida
en la gloria, la purificación del corazón, de la mente, de los sentidos, del
alma y del cuerpo, porque nada impuro puede comparecer ante el Cordero de Dios,
Tres veces Santo. El Adviento es el tiempo propicio para hacer penitencia por
los pecados cometidos y para obrar la misericordia, como muestra del cambio y
la conversión eucarística del corazón, como modo más excelente de esperar a
Jesús, el Dios de la Eucaristía, el Dios Mesías que vino en un Pesebre, que
viene en cada Eucaristía y que vendrá en la gloria, al fin de los tiempos, para
juzgar al mundo.
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