martes, 20 de diciembre de 2016

Respuesta a un hereje: el Ángel anuncia que el Niño que nacerá de la Virgen será Dios


“El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios” (Lc 1, 26-38). En el Anuncio del Ángel a María se revela, con toda claridad, que el Hijo será Dios, que la Virgen será Virgen y Madre al mismo, y que la concepción será virginal, no por obra humana, sino por obra de Dios. Sin embargo, estas verdades de fe, que constituyen el centro de nuestra fe católica y que se relaciona directamente con la Eucaristía –el Niño concebido por el Espíritu Santo es Dios y está en la Eucaristía-, es negado por herejes, como el sacerdote jesuita Juan Masiá, quien descaradamente y contrariando la fe de dos mil años de la Iglesia Católica, ha publicado un artículo en el que niega expresamente la doctrina católica sobre la virginidad de María, Madre de Dios[1], negando públicamente esta verdad de fe y dogma de la Iglesia Católica. El descarado hereje asegura que “los antiguos catecismos decían inapropiadamente “virgen antes del parto, en el parto y después del parto” y además afirma que “una posible unión sexual de José y María no es incompatible con la virginidad de la Virgen”. En un artículo publicado en Religión Digital, niega la historicidad de “la anunciación a María y la anunciación a José”, asegurando que “no son ni una clase de biología, ni una sesión de sexología, ni una crónica histórica de un matrimonio excepcional, ni siquiera de un nacimiento sobrenatural. Estas narraciones son poesía y teología, mejor dicho, simbólicas y de fe”. Igualmente opina que “los antiguos catecismos decían inapropiadamente ‘virgen antes del parto, en el parto y después del parto’. Pensaban que, antes del parto, la penetración sexual rompe la virginidad; pensaban también que la criatura que nace, al romper y herir esa puerta, mancha a la madre, que tendría que purificarse; pensaban también que si María y José engendraban otros hijos e hijas, hermanos y hermanas de Jesús, María dejaba de ser virgen. Pero hay que decir que ni la unión por amor mancha, ni la sangre contamina, ni el dar a luz produce impureza’. Y por último, tras despreciar burlonamente la doctrina católica asegura que “hoy no podemos pensar así. Quien insista en seguir usando imágenes medievales, podrá decir que hay que cuidar esa puerta del castillo. Bien, pero... según quien vaya a entrar y salir, se abrirá o se cerrará”, niega expresamente el dogma sobre la virginidad de María”[2]. Las afirmaciones de este hereje contradicen con el Evangelio y la fe de dos mil años de la Iglesia.
Para contestarle, y para afianzar la fe bimilenaria de la Iglesia, analicemos solamente el Evangelio de la Anunciación. En él se dice así: “El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María”. Claramente, se afirma que “María era Virgen”, antes de la Anunciación y por supuesto, antes del parto.
Continúa el Evangelio: “El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”. La expresión “llena de gracia” no es metafórica, ni simbólica, ni poética: es la descripción de la realidad del alma de la Virgen, que es la “Llena de gracia” porque es concebida “sin pecado original”; es decir, aquí se afirma otra realidad de la Virgen, aunque implícitamente, y es que es su Inmaculada Concepción. Ya con esta verdad, la Virgen está exenta de la concupiscencia carnal, lo cual es un dato más a favor de su virginidad. Además, se dice que “estaba comprometida con José”, y el estar comprometida implica que estaban casados, pero que no convivían juntos, con lo cual no hay contacto marital entre ambos, quedando descartado por completo la intervención del hombre en la concepción del fruto de María Virgen. Entonces, hasta ahora, del solo análisis del Evangelio, tenemos estas verdades reveladas: María es Virgen antes de la Anunciación; es la “Llena de gracia”; no está conviviendo con José, con lo que la intervención paternal humana queda descartada de plano.
Continúa así el Evangelio: “Pero el Ángel le dijo: “No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”.  
Continúa el Evangelio con la pregunta de María: “María dijo al Ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?”. La Virgen pregunta “cómo será posible”, pero no porque dudara -como sí lo hizo Zacarías y por eso perdió el habla por un tiempo-, sino solamente porque, confiando absolutamente en la Palabra de Dios que le anunciaba el Ángel, quería simplemente saber cómo habría el Señor de llevar a cabo tan maravillosa obra en Ella, la de permanecer Ella Virgen y al mismo tiempo, ser Madre de Dios: “Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo”.
El Ángel le respondió: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios”. El Arcángel Gabriel le revela de qué manera cumplirá Dios su proyecto en Ella, de dar a luz a su Hijo Unigénito, convirtiéndose así en Madre de Dios, pero al mismo tiempo, permaneciendo Virgen, con lo cual se afirman tres verdades: el fruto de la concepción de María es virginal y de origen celestial, porque es obra de la Persona Tercera de la Trinidad, el Espíritu Santo: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”; con lo cual San José es sólo Padre adoptivo de Jesús, pero no biológico-; se afirma la condición de la Virgen de ser Virgen antes, durante y después del parto; por último, se afirma que el Hijo de María es “Hijo de Dios”.
Luego el Ángel le anuncia la concepción milagrosa de su prima Santa Isabel: “También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios”.
Finalmente, la Virgen, enamorada de la Palabra de Dios, da su glorioso “Sí” a la Divina Voluntad: “María dijo entonces: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. Y el Ángel se alejó”.
Aunque uno, cien, o mil herejes nieguen esta verdad, el Niño que nace en Belén es Dios y su Madre es la siempre Virgen María, Perfecta y Purísima Madre de Dios.



[1] http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=28082
[2] http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=28082

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