domingo, 17 de noviembre de 2019

“Hoy ha llegado la salvación a esta casa”



“Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Lc 19, 1-10). Al pasar Jesús a la altura de la casa de Zaqueo, es el mismo Jesús quien le dice a Zaqueo, que estaba subido a un sicómoro, que quiere entrar en su casa. Es decir, no es Zaqueo quien invita a Jesús, sino Jesús quien quiere entrar en casa de Zaqueo. Algunos de los presentes critican la actitud de Jesús, puesto que Zaqueo era un pecador y por lo tanto, visto humanamente, no era correcto que quien era la santidad en Persona, Cristo Jesús, entrara en casa de un pecador. Sin embargo, esto es precisamente lo que Jesús ha venido a hacer, ya que Él mismo lo dice en otro lado: “No he venido por los justos, sino por los pecadores”. Zaqueo era un pecador, luego el ingreso de Jesús en su casa es aquello para lo cual ha venido Jesús.
El hecho de ingresar Jesús a casa de Zaqueo no deja las cosas indiferentes, porque se produce en Zaqueo un gran hecho: su corazón se convierte, debido a la santidad de Jesús y esa conversión no se queda en palabras, sino que pasa decididamente a la acción, ya que promete dar la mitad de sus bienes a los pobres, además de devolver cuatro veces más a quien pudiera haber decepcionado en algún negocio. Es decir, el ingreso de Jesús en la casa de Zaqueo trae como consecuencia la conversión de Zaqueo, la cual se manifiesta en obras y así Zaqueo pasa de ser un pecador a un hombre justificado por la gracia.
“Hoy ha llegado la salvación a esta casa”. Cada vez que comulgamos, se repite la escena evangélica, puesto que Jesús quiere entrar no en nuestras casas materiales, como en el caso de Zaqueo, sino en nuestra casa espiritual, que es nuestro corazón. A nosotros también nos dice Jesús desde la Eucaristía: “Quiero entrar en tu casa, quiero alojarme en tu corazón, quiero ser amado y adorado por ti, en tu santuario, tu alma”. Con la comunión eucarística Jesús demuestra para con nosotros un amor infinitamente más grande que el que demostró para con Zaqueo, porque si bien a Zaqueo lo santificó, no le dio en cambio su Cuerpo y su Sangre, en cambio a nosotros nos da, por la comunión eucarística, su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. Zaqueo respondió con amor, demostrado en obras, al Amor demostrado por Jesús al entrar en su casa. Si Jesús entra en nuestras almas por la comunión, devolvamos a Jesús aunque sea una mínima parte del Amor con el que Él nos trata, obrando la misericordia para con nuestro prójimo más necesitado.

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