miércoles, 4 de marzo de 2020

“Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos”




“Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos” (Mt 5, 20-26). Ser cristianos es exigente, porque se trata de seguir y de vivir las enseñanzas de Dios Hijo encarnado, Jesús de Nazareth. Y una de esas exigencias es “ser mejores que escribas y fariseos”, quienes se guiaban por la Ley del Antiguo Testamento; el cristiano se guía por la Ley del Nuevo Testamento, que es la ley de la caridad, de la paciencia, de la mansedumbre. Jesús pone un ejemplo y es uno relativo al prójimo que es nuestro enemigo: en el Antiguo Testamento, bastaba con “No matar”, para cumplir con la ley; ahora, a partir de Cristo, ya no basta con no sólo “no matar” al prójimo enemigo, sino que incluso quien se enfada contra él, ya merece un castigo del cielo. Por eso el mandato del Señor de “amar a los enemigos”, que es una perfección inédita de la antigua ley del Talión, que prescribía el “ojo por ojo y diente por diente”.
“Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos”. La razón de esta mayor exigencia de vida para el cristiano es la gracia, porque por la gracia el alma está ante la Presencia de Dios Trino y, todavía más, Dios Trino viene al alma e inhabita en el alma en gracia, de manera que el alma en gracia se encuentra ante Dios Trino, aquí en la tierra, así como los bienaventurados se encuentran ante Dios Trino en el cielo. Es por esta razón, por esta Presencia de Dios Trino en el alma, que el alma debe ser perfecta y lo será en la medida en que viva en gracia y cumpla los Mandamientos de Nuestro Señor Jesucristo.

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