sábado, 7 de octubre de 2023

“¡Ay de ti Corozaín, Ay de ti Betsaida, Ay de ti Cafarnaúm, si en las ciudades paganas se hubieran hecho los milagros hechos en ustedes, hace rato se habrían convertido!”


 

“¡Ay de ti Corozaín, Ay de ti Betsaida, Ay de ti Cafarnaúm, si en las ciudades paganas se hubieran hecho los milagros hechos en ustedes, hace rato se habrían convertido!” (cfr. Lc 10, 13-36). Jesús se lamenta por las ciudades hebreas y la razón es que estas ciudades, en las cuales Jesús ha realizado innumerables prodigios y milagros, a pesar de eso, no se han convertido al Señor y han continuado sus vidas de pecado y las contrapone con ciudades paganas, como Tiro y Sidón, en donde no se hicieron estos milagros, pero si se hubieran hecho, dice Jesús, “hace tiempo que se habrán convertido, vestidos de sayal y sentados en ceniza”.

Jesús se lamenta por las ciudades hebreas porque estas, a pesar de los milagros realizados en ellas por el Hombre-Dios, en vez de convertirse, han endurecido sus corazones y han persistido en el pecado, en la idolatría, en el rechazo del verdadero Dios. Al mismo tiempo, nombra a ciudades paganas en las que no se realizaron esos milagros, pero como Él es Dios, sabe que si en estas ciudades se hubieran hechos los mismos milagros que en las ciudades hebreas, habrían reconocido a Cristo como al Mesías y habrían hecho penitencia, como signo de la conversión del corazón.

“¡Ay de ti, Corozaín!”. La misma queja, los mismos ayes, los dirige Jesús hoy, desde el sagrario, a una gran cantidad de católicos, comparándolos también con los paganos, con los que no conocen la verdadera y única Iglesia de Dios, la Iglesia Católica, porque de haber conocido estos milagros, hace rato se habrían convertido.

En otras palabras, los “ayes” de Jesús, dirigidos a las ciudades hebreas, se dirigen a nosotros, las personas que, por el bautismo, pertenecemos al Nuevo Pueblo Elegido. En las ciudades están representadas las personas y así, en las ciudades judías como Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm, debemos vernos reflejados nosotros, porque en nosotros Dios obró milagros, prodigios y maravillas que no recibieron los que viven en el paganismo. Por ejemplo, Dios nos ha concedido la gracia de la filiación divina en el Bautismo sacramental; nos ha concedido alimentarnos con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad con la Eucaristía; nos ha concedido el don de la Tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, por la Confirmación, y todos estos son dones de gracia admirables que no han recibido innumerables personas de buena voluntad que están en religiones falsas o en sectas y que, si los hubieran recibido, hace rato se habrían convertido hacia Jesús Eucaristía. Si no queremos escuchar, de parte de Jesús, estos “ayes” en el Día Terrible del Juicio Final, empecemos por reconocer los grandes dones y milagros que Jesús ha obrado en nosotros y comencemos la conversión eucarística, dando frutos de santidad -mansedumbre, templanza, paciencia, caridad, fortaleza, alegría, obras de misericordia-, de manera que nos encontremos en grado de ganar el Reino de los cielos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario