miércoles, 18 de octubre de 2023

“Si echo demonios, es porque ha llegado el Reino de Dios”



“Si echo demonios, es porque ha llegado el Reino de Dios” (Lc 11, 15-26). Jesús responde de esta manera a quienes, luego de que Jesús hiciera algún exorcismo públicamente, lo acusan de actuar bajo las órdenes de Belzebú, uno de los ángeles más poderosos del Infierno. Jesús les hace ver que esto no puede ser, porque si un reino “va a una guerra civil” -es decir, si hay peleas internas-, “va a la ruina”. En pocas palabras, es imposible que Jesús expulse demonios con el poder de los mismos demonios y como tampoco lo puede hacer con las solas fuerzas humanas, entonces la conclusión lógica es lo que dice Jesús, que Él expulsa demonios con el poder de Dios, lo cual es además signo de que el Reino de Dios ha llegado ya a los hombres.

La necesidad de exorcismos es apremiante para el ser humano, pues los demonios son tantos y tan poderosos, que tienen, desde el pecado original de Adán y Eva, a toda la humanidad cautiva con su poder maligno. Su número es tan grande que, si se hicieran visibles, si se pudieran ver a simple vista, “cubrirían la luz del sol” en todo el planeta, tal como le responde un demonio al Padre Amorth en un exorcismo.

La llegada del Mesías, Cristo Jesús, que es el Rey del reino de los cielos, viene a destruir las obras de demonio y viene para vencer, por su misterio pascual, a los tres grandes enemigos de la humanidad: el demonio, el pecado y la muerte.

“Si echo demonios, es porque ha llegado el Reino de Dios”. La expulsión de demonios, por parte de Jesucristo, que ejerce sobre ellos su omnipotencia divina, es signo de que el Reino de Dios ha llegado a los hombres y que, paralelamente, el reino de las tinieblas ha iniciado su fin en la tierra, culminando para siempre en el Día del Juicio Final, cuando el demonio y sus ángeles apóstatas sean arrojados al Abismo del Infierno.

Mientras tanto, la actividad demoníaca aumenta cada vez más, por lo que cada vez más es necesaria la actividad exorcística llevada a cabo por la Iglesia y el sacerdocio ministerial, a través de los cuales actúa Dios, concediéndoles la participación en su omnipotencia divina, para expulsar demonios en nombre de Dios. 

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