lunes, 16 de octubre de 2023

“Se os pedirá cuenta de la sangre de los profetas”


 

“Se os pedirá cuenta de la sangre de los profetas” (Lc 11, 47-54). El Hombre-Dios Jesucristo acusa, a escribas y fariseos, de ser los descendientes de quienes mataron a los profetas y, de modo particular, a los escribas, de tener “la llave del saber” y de “no entrar ellos” y de tampoco “dejar entrar” a quienes querían entrar.

Las acusaciones de Jesús no son infundadas ni mucho menos, son reales; tampoco es que Jesús sabe que los profetas fueron asesinados porque alguien se lo dijo, sino que Él lo sabe porque es Dios, es decir, es Él, quien, a través del tiempo, envió a profetas, a hombres sabios, a hombres justos, al Pueblo Elegido, para anunciarles la pronta Llegada del Mesías, para que cambiaran sus corazones, para que dejaran de cometer maldades y siguieran la Ley de Dios, para que dejaran de adorar a los ídolos demoníacos de los paganos y adorasen al Único Dios Verdadero y sin embargo, los integrantes del Pueblo Elegido, los judíos, no hicieron caso de los avisos y advertencias de Dios y no solo no cambiaron de vida, no solo no cambiaron sus corazones, sino que los volvieron incluso todavía más endurecidos, contra Dios y su Ley, contra Dios y sus Mandamientos, apedreando y matando a los profetas enviados por Dios.

Los descendientes de esos escribas y fariseos continúan en la misma senda, con el agravante de que ahora ya no se enfrentan a los enviados de Dios, sino a Dios en Persona, al Hijo de Dios encarnado, Jesús de Nazareth y lo hacen con el mismo sentimiento de rechazo y con el mismo deseo homicida, deseo que en definitiva lo cumplen cuando, con sus maquinaciones, sus intrigas, sus mentiras, sus calumnias, apresan a Jesús y lo condenan a muerte luego de un juicio inicuo. En la misma línea deicida se encuentran los escribas y los doctores de la Ley quienes, en teoría, al ser conocedores de la Ley de Dios, deberían ser los primeros en dar ejemplo de cumplimiento, para que así los demás entrasen al Reino, pero como los acusa justamente Jesús, se apoderan de las llaves de la sabiduría y ni entran ellos -porque no viven según la Ley de Dios- ni tampoco dejan entrar a los demás -porque con sus malos ejemplos, hacen que las almas se alejen de Dios y de su Ley-.

“Se os pedirá cuenta de la sangre de los profetas”. La dura advertencia de Jesús también puede cabernos a nosotros, porque si bien podemos aducir que no hemos matado objetivamente a ningún profeta, nos hacemos imitadores de quienes sí lo hicieron y nos hacemos partícipes de quienes se adueñaron de las llaves de la sabiduría, toda vez que no hacemos caso de la Ley de Dios, toda vez que hacemos caso omiso a las advertencias de la Iglesia de la necesidad de la confesión frecuente y de la comunión en estado de gracia, toda vez que preferimos el pecado antes que la gracia. No hay nada peor para un alma que dejarla librada a sí misma y eso lo sabe bien la Iglesia de Satanás, cuyo primer mandamiento es: “Haz lo que quieras”. No obremos según nuestra propia voluntad, imitemos a Jesús en el Huerto de los Olivos, diciéndole a Dios: “Señor, que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Solo así estaremos en grado de seguir a Jesús por el Camino de la Cruz, el único Camino que lleva al Cielo.

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