“Vuestra
tristeza se convertirá en gozo” (Jn
16, 16-20). En la Última Cena, Jesús se despide de sus discípulos,
anunciándoles su próxima Pasión y Muerte. El anuncio provoca en los discípulos
desánimo y una profunda tristeza. Jesús percibe el estado de ánimo y por ese
motivo les dice: “Vuestra tristeza se convertirá en gozo”, pero no como un modo
de dar moralmente un simple aliento, sino como profecía de lo que sucederá
realmente.
La
tristeza de los discípulos por la muerte de Jesús, será al mismo tiempo para el
mundo y su Príncipe, antagonistas y enemigos de Jesús, causa de alegría. Será la
“hora de las tinieblas”, horas en las que el mundo y el Príncipe del mundo,
Satanás, parecerán haber triunfado. Esto sucederá en el momento de la
crucifixión y muerte de Jesús, el Viernes Santo.
Sin
embargo, la alegría del mundo, que parecía definitiva, se convertirá en pesar y
dolor eterno, mientras que la tristeza de los discípulos se convertirá en
alegría eterna.
Este
cambio se producirá cuando Cristo resucite, es decir, cuando triunfe
definitivamente sobre el mundo y su Príncipe. El cambio de tristeza en gozo,
para los discípulos, tendrá lugar en el momento en el que las tinieblas
parecerán haber triunfado, en el momento en que parecerán más densas, porque la
luz que surgirá esplendorosa desde el sepulcro, el Domingo de Resurrección, las
disipará para siempre.
Es
esta certeza del triunfo de Cristo lo que alienta al cristiano en las
tribulaciones de la vida, y es lo que infunde fuerzas para continuar por el camino de la Cruz, aun cuando no vea sensiblemente a Jesús, porque el tiempo para ver
con los sentidos a Jesús, según sus palabras –“Un poco de tiempo y me veréis”-,
no es esta vida terrena, sino la vida eterna. Es en la vida eterna en donde se
cumplirán las palabras de Jesús –“Un poco y me veréis”-; hasta tanto, el
cristiano vive sereno y alegre, con la tristeza ya convertida en gozo,
anticipadamente, en la contemplación de Cristo resucitado en la Eucaristía. El cristiano
vive en el “poco de tiempo” que es esta vida terrena, y todavía no ve “cara a
cara” a Jesús, pero en la adoración eucarística y en la comunión sacramental,
el cristiano “ve” a Jesucristo, con los ojos de la fe, y “convierte su tristeza
en gozo”, como anticipo de la visión alegre y gozosa en el Amor que experimentará
en la eternidad.
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