(Domingo II - TA - Ciclo B - 2014 - 2015)
"Yo
los bautizo con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo" (Mc
1, 1-8). La figura y las acciones de Juan el Bautista señalan el cambio de
época que se inicia para la humanidad toda con la Llegada de Jesús, el Mesías: con
su austeridad, viviendo en el desierto y alimentándose de langostas y miel
silvestre, con su llamado a la conversión, exhortando a "allanar los
senderos y preparar los caminos" y con el bautismo con agua, con la
simbología implícita del lavado que arrastra lo que está sucio, en este caso,
el pecado que ensucia el alma, el Bautista está indicando que la humanidad debe
prepararse para recibir a su Redentor, que viene de lo alto, y que provocará un
cambio de época, un cambio de era, dando inicio a una Nueva Era para la
humanidad, porque "las cosas viejas" habrán pasado, porque el Mesías
que viene, es el Hombre-Dios, que no bautiza con agua, sino con el Espíritu
Santo, porque Él, en cuanto Hombre y en cuanto Dios, espira el Espíritu Santo
junto al Padre, y es el Espíritu Santo el que renueva todas las cosas,
empezando por el hombre: el Espíritu Santo, espirado por el Hombre-Dios y el
Padre, disuelve el pecado que anida en la raíz metafísica del hombre y
contamina todo su ser, su alma y su cuerpo, y así lo libera del pecado, pero no
solo lo libera del pecado, sino que le infunde de su santidad, concediéndole la
gracia divina, que lo hace partícipe de la vida trinitaria de Dios Uno y Trino.
Y si bien son el Padre y el Hijo quienes infunden el Espíritu Santo, este es
vehiculizado por la Sangre del Cordero de Dios, y para que esta Sangre sea
derramada sobre los corazones de los hombres, es necesario que el Cordero de
Dios sea sacrificado en el Ara Santa de la Cruz, y para que la Sangre llegue a
todos los hombres de todos los tiempos, es necesario que el Santo Sacrificio de
la Cruz, el mismo que está con su virtud en los cielos y que se realizó en el
Calvario, llegue con su poder salvífico y con su efecto redentor a los hombres
de todos los siglos, y esa es la razón por la cual se celebra la Santa Misa,
renovación incruenta y sacramental del mismo y único Santo Sacrificio de la
Cruz. Solo así, por medio del Santo Sacrificio del Altar, los hombres recibirán
la lluvia benéfica de la Sangre del Cordero "como degollado", que
sacrificado en la cruz, se inmola y derrama su Sangre en la cruz y la vierte en
el cáliz cada vez en la Santa Misa, por la efusión de Sangre de su Sagrado
Corazón traspasado, para infundir con esa Sangre su Espíritu Santo, sobre los
hombres que deseen recibirlo con fe y con amor en la Comunión Eucarística.
Es para esta efusión del Espíritu,
contenida en la Sangre del Cordero de Dios, efundida y derramada a través del
Costado traspasado del Cordero en la cruz y recogida en el cáliz del altar
eucarístico, para ser derramada sobre las almas de los hombres, es que el
Bautista llama a la conversión del corazón, a la penitencia y a "allanar
los senderos y preparar los caminos", para que el Cordero pueda derramar
su Espíritu Santo sobre sus corazones y colmarlos de sí mismo, el Amor de Dios.
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