“Como
el Padre me amó, también Yo los he amado a ustedes. Si cumplen mis
mandamientos, permanecerán en mi amor. Permanezcan en mi Amor, para que el gozo
de ustedes sea perfecto” (Jn 15, 9-11).
Antes de partir a la otra vida, “a la Hora de pasar de este mundo al Padre”, es
decir, antes de sufrir su Pasión y Muerte en cruz, Jesús nos deja un legado de
amor, alegría y unidad: “Como el Padre me amó, Yo los he amado; permanezcan en
mi amor; si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor y su gozo será
perfecto”. El legado de Jesús, en la Última Cena, no puede ser más hermoso:
amor, alegría, unidad. Sin embargo, hay que analizar el contexto en el que
Jesús nos deja su mensaje y qué tipo de amor, de alegría y de unidad se trata,
para no caer en simplificaciones que pueden desvirtuar su mensaje.
Con
relación al contexto, el Evangelio dice: “a la Hora de pasar de este mundo al
Padre”, es decir, se trata de la Última Cena, horas antes de sufrir su dolorosa
Pasión, lo cual implica la traición de Judas Iscariote; la condena injusta a
muerte; el abandono de los suyos; la separación de su Madre, que era su sostén
y apoyo; la crudelísima flagelación; el Via
Crucis; la muerte en cruz. Es importante tener en cuenta este contexto, porque
Jesús nos dice que Él nos ha amado “como el Padre lo ha amado” y el Padre lo ha
amado desde la eternidad –puesto que Él es Dios Hijo, la Segunda Persona de la
Trinidad- con el Amor del Espíritu Santo: “Como el Padre me amó, también Yo los
he amado a ustedes”. Esto quiere decir que nosotros, como cristianos, debemos
amarnos “los unos a los otros”, como Él nos ha amado, porque también dirá: “ámense
los unos a los otros como Yo los amé”, y Él nos amó hasta la muerte de cruz, y
eso significa que debemos cargar la cruz de todos los días y seguir a Jesús por
el camino de la cruz e imitarlo en su Via
Crucis. A su vez, este seguimiento de Cristo por el Camino del Calvario,
cargando la cruz de todos los días, significa cumplir la condición para que
nuestro “gozo sea perfecto”, y es el cumplimiento de sus mandamientos, porque
los mandamientos de Jesús se cumplen a la perfección desde la cruz, cuando esta
es llevada con amor y por amor.
Entonces,
el amor, la alegría y la unidad de Jesús, donados por Él en la Última Cena, no
deben entenderse en un sentido superficial y sensiblero, sino a la luz de la
cruz de Jesús: solo unidos a la cruz de Jesús, seremos bañados con su Sangre
Preciosísima y seremos cubiertos con el Manto de la Virgen, que está al pie de
la cruz; sólo crucificados junto a Jesús, cumpliremos los Mandamientos de Jesús
a la perfección y permaneceremos en su Amor y nuestro gozo y alegría serán
perfectos. Sólo en el Calvario, Portal abierto al cielo, nuestra alegría será
plena; sólo en la Santa Misa, renovación incruenta del Santo Sacrificio de la
Cruz y Portal de eternidad, nuestro gozo será perfecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario