miércoles, 27 de mayo de 2015

“¿Pueden beber del cáliz que Yo he de beber?”


“¿Pueden beber del cáliz que Yo he de beber?” (Mc 10, 32-45). Luego de que Jesús les anunciara su misterio pascual de muerte y resurrección, Santiago y Juan le piden a Jesús tener puestos de privilegio en el Reino de los cielos: le piden “sentarse a su derecha e izquierda”. Esto suscita enojo entre los demás Apóstoles, quienes lo toman como una especie de arribismo o de oportunismo, propio de grupos humanos en donde diversas facciones se disputan cuotas de poder alrededor del líder o conductor. Para el resto de los Apóstoles, la petición de Santiago y Juan es vista precisamente como esto, como una muestra de arribismo, puesto que, valiéndose de la amistad con Jesús, pretenden hacerse con puestos de honor y de poder preferencial.

Sin embargo, en realidad, el resto de los Apóstoles no ha entendido el mensaje de Jesús, el cual sí han comprendido Santiago y Juan, y ésa es la razón por la cual Jesús ha accedido positivamente a su pedido. La primera cuestión es que los puestos de primacía no se refieren a esta vida, sino a la otra, al Reino de los cielos, y la otra cuestión, mucho más importante, es que el acceso a estos puestos, no se da al estilo humano, con favoritismos y facilismos; todo lo contrario, se accede a estos puestos privilegiados en el Reino, si se participa de la Pasión del Señor, lo cual quiere decir, participar de su condena a muerte, de su humillación, de sus ultrajes de todo tipo, de su amarguras y dolores y, en última instancia, participar también de su muerte. Ésa es la razón por la cual Jesús, antes de responderles, les pregunta: “¿Podéis beber del cáliz que Yo he de beber y recibir el bautismo que Yo recibiré?”. Y los hermanos, que han comprendido bien de qué se trata, de la Pasión y no de puestos de honor mundano, responden: “¡Podemos!”, porque están dispuestos, movidos por el Amor del Espíritu Santo, a participar de la Pasión de Jesús, a acompañarlo en su dolor y humillación, a beber del cáliz de sus amarguras en esta tierra y recibir su bautismo. Y entonces sí, son merecedores de los puestos de honor en el Reino. El resto de los diez, que se ha indignado contra Santiago y Juan, no ha entendido el mensaje de Jesús y piensan que Santiago y Juan son advenedizos que buscan acomodarse en las altas esferas del poder, tal como sucede con las personas codiciosas, egoístas  y mezquinas, que ven las estructuras de poder como lugares de usufructo personal pero no como lo que son, instituciones al servicio del bien común; en este caso, al servicio de la salvación de las almas. Es la razón por la cual Jesús debe llamarlos y aclararles que entre ellos, sus discípulos, no debe ser como entre los mundanos: entre los discípulos de Jesús, no deben existir apetencias de poder, como entre los mundanos, sino deseos de servir al proyecto del Padre, participando de la Pasión, de la amargura, de los dolores, de la cruz y de la muerte del Hombre-Dios Jesucristo, es decir, “bebiendo del cáliz de su amargura”. Sólo así se está en condiciones de acceder a puestos de honor, pero no en esta vida, sino en el Reino de  los cielos. Puesto que el misterio de la Redención continúa, también a nosotros nos hace Jesús la misma pregunta que les hiciera a Santiago y a Juan: “¿Pueden beber del cáliz que Yo he de beber?”. Y nosotros, junto con Santiago y Juan, decimos: “¡Podemos!”.

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