“¿Pueden
beber del cáliz que Yo he de beber?” (Mc
10, 32-45). Luego de que Jesús les anunciara su misterio pascual de muerte y
resurrección, Santiago y Juan le piden a Jesús tener puestos de privilegio en
el Reino de los cielos: le piden “sentarse a su derecha e izquierda”. Esto suscita
enojo entre los demás Apóstoles, quienes lo toman como una especie de arribismo
o de oportunismo, propio de grupos humanos en donde diversas facciones se
disputan cuotas de poder alrededor del líder o conductor. Para el resto de los
Apóstoles, la petición de Santiago y Juan es vista precisamente como esto, como
una muestra de arribismo, puesto que, valiéndose de la amistad con Jesús,
pretenden hacerse con puestos de honor y de poder preferencial.
Sin
embargo, en realidad, el resto de los Apóstoles no ha entendido el mensaje de
Jesús, el cual sí han comprendido Santiago y Juan, y ésa es la razón por la
cual Jesús ha accedido positivamente a su pedido. La primera cuestión es que
los puestos de primacía no se refieren a esta vida, sino a la otra, al Reino de
los cielos, y la otra cuestión, mucho más importante, es que el acceso a estos
puestos, no se da al estilo humano, con favoritismos y facilismos; todo lo
contrario, se accede a estos puestos privilegiados en el Reino, si se participa
de la Pasión del Señor, lo cual quiere decir, participar de su condena a
muerte, de su humillación, de sus ultrajes de todo tipo, de su amarguras y
dolores y, en última instancia, participar también de su muerte. Ésa es la
razón por la cual Jesús, antes de responderles, les pregunta: “¿Podéis beber
del cáliz que Yo he de beber y recibir el bautismo que Yo recibiré?”. Y los hermanos, que han comprendido bien de qué
se trata, de la Pasión y no de puestos de honor mundano, responden: “¡Podemos!”,
porque están dispuestos, movidos por el Amor del Espíritu Santo, a participar
de la Pasión de Jesús, a acompañarlo en su dolor y humillación, a beber del
cáliz de sus amarguras en esta tierra y recibir su bautismo. Y entonces sí, son merecedores de los
puestos de honor en el Reino. El resto de los diez, que se ha indignado contra
Santiago y Juan, no ha entendido el mensaje de Jesús y piensan que Santiago y
Juan son advenedizos que buscan acomodarse en las altas esferas del poder, tal
como sucede con las personas codiciosas, egoístas y mezquinas, que ven las estructuras de poder
como lugares de usufructo personal pero no como lo que son, instituciones al
servicio del bien común; en este caso, al servicio de la salvación de las
almas. Es la razón por la cual Jesús debe llamarlos y aclararles que entre
ellos, sus discípulos, no debe ser como entre los mundanos: entre los discípulos
de Jesús, no deben existir apetencias de poder, como entre los mundanos, sino
deseos de servir al proyecto del Padre, participando de la Pasión, de la
amargura, de los dolores, de la cruz y de la muerte del Hombre-Dios Jesucristo,
es decir, “bebiendo del cáliz de su amargura”. Sólo así se está en condiciones
de acceder a puestos de honor, pero no en esta vida, sino en el Reino de los cielos. Puesto que el misterio de la
Redención continúa, también a nosotros nos hace Jesús la misma pregunta que les
hiciera a Santiago y a Juan: “¿Pueden beber del cáliz que Yo he de beber?”. Y nosotros,
junto con Santiago y Juan, decimos: “¡Podemos!”.
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