jueves, 16 de febrero de 2017

“¡Vade retro, Satan! Tus pensamientos no son los de Dios”


“Tus pensamientos no son los de Dios” (Mc 8, 27-33). Este pasaje del Evangelio es sumamente útil para graficar el “discernimiento de espíritus”, según San Ignacio de Loyola[1], y también para darnos acerca de cómo, incluso el Vicario de Cristo, el Papa, puede apartarse de Aquel a quien representa en la tierra, el Hombre-Dios Jesucristo.
Con respecto al discernimiento de espíritus –siempre según las Reglas de San Ignacio para los Ejercicios Espirituales-, el Evangelio nos permite constatar cómo Pedro, siendo Vicario de Cristo, cuando es iluminado por el Espíritu Santo, proclama la verdad plena y absoluta acerca de Jesucristo: Él es “el Mesías”, el que “tiene palabras de vida eterna” (Jn 6, 68), el “Hijo de Dios” (Mt 16, 16): “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro respondió: “Tú eres el Mesías”.
Pero cuando el mismo Vicario, Simón Pedro, rechaza esta iluminación interior y se deja llevar por sus propios pensamientos –pensamientos contrarios a la Cruz y la Pasión de Jesús-, se aparta de la Voluntad de Dios y, lo que es peor, se coloca bajo la influencia directa del Príncipe de la mentira, tal como se lo dice Jesús: “¡Retírate de Mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”.
En otras palabras, cuando el Espíritu Santo lo ilumina, Pedro proclama la Verdad acerca de Jesús: “Tú eres el Mesías, Tú eres Dios Hijo encarnado”. Pero cuando rechaza la Cruz. se deja influenciar por Satanás y por sus propios pensamientos: “Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: “¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”.
Esto nos enseña que, cada vez que neguemos que Jesús es Dios y cada vez que neguemos y rechacemos la Cruz –y cada vez que neguemos y rechacemos a la Santa Misa como renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrifico de la Cruz-, debemos decirnos, a nosotros mismos, junto con Jesús: “¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”.

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