“¿No
es acaso el carpintero, el hijo de María?” (Mc
6, 1-6). Los propios habitantes del pueblo de Jesús, sus vecinos, aquellos que
lo habían visto crecer, al ver sus milagros y al escuchar la sabiduría
celestial que viene de Jesús, no pueden dar crédito a lo que ven y oyen, y se
admiran de que, siendo uno más del pueblo, sea capaz de hacer milagros y de
hablar con sabiduría celestial: “¿No es acaso el carpintero, el hijo de María?”.
Ven a Jesús como al “carpintero”, al “hijo de María”; es decir, lo ven como a
un hombre más, uno más entre tantos, uno más entre ellos. No pueden percibir que
los milagros que hace, son una demostración de su omnipotencia divina y por lo
tanto revelan su condición divina; no se dan cuenta de que su sabiduría es
celestial, porque Él es la Sabiduría encarnada; Él es el Hijo de Dios, el Verbo
de Dios, la Palabra, el Logos del Padre. Y no lo pueden hacer porque no tienen
la luz del Espíritu Santo, que es Quien hace ver quién es Jesús en realidad: el
Espíritu Santo enseña al alma que Jesús no es simplemente “el hijo de María”,
sino que es el Hijo de Dios Encarnado y María es su Madre, la Madre de Dios.
Al
no tener la luz del Espíritu Santo, ven a Jesús con la débil e insuficiente luz
de la razón humana, y así creen que Jesús es un hombre más entre tantos; creen
que la Virgen María no es Virgen; creen que el matrimonio meramente legal con
San José es un matrimonio como cualquier otro. Cuando no se tiene la luz del
Espíritu Santo, que permite contemplar la Escritura y los misterios
sobrenaturales de la vida del Hombre-Dios tal como Dios los ve, entonces se rebajan
las Sagradas Escrituras y el misterio de la salvación a la pobre capacidad de
la razón humana, racionalizando y nivelando el misterio al nivel de lo que la
razón humana puede comprender, y rechazando todo el misterio sobrenatural que
viene del seno mismo de Dios Trino. Sin la luz del Espíritu Santo, la razón
humana es incapaz de contemplar “los misterios de la fe” que se actualizan en
la Santa Misa: el misterio del Hombre- Dios, el misterio de la Madre de Dios,
el misterio de la Sagrada Familia, el misterio de la Encarnación del Verbo con
la prolongación de esta Encarnación en la Eucaristía. Sin la luz de la fe, la
razón dice de Jesús que sólo es un hombre más, que la Virgen María no era
virgen, que la Eucaristía es sólo un poco de pan bendecido. Sin la luz del
Espíritu Santo, la mente humana sólo arroja sombras al luminoso y celestial
misterio del Cordero de Dios, Jesucristo, llamándolo “el carpintero, el hijo de María”.
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