“Anulan
la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido” (Mc 7, 1-13). El pecado del fariseísmo es
reemplazar la Palabra de Dios por la palabra humana; la Revelación de Dios, por
la interpretación que el hombre da de esa Revelación, con lo cual la religión
queda reducida no a una manifestación de Dios al hombre, sino a la perversa y
torcida interpretación que el hombre le da a esa Revelación. El ejemplo que
pone Jesús, para demostrar cómo los fariseos reemplazan los Mandamientos de
Dios por tradiciones inventadas por ellos, es el del Cuarto Mandamiento, que
manda “Honrar padre y madre”: los fariseos eximen del cumplimiento de ese
mandamiento a quien deje ante el altar aquello que tenía para ayudar a los
padres. De esa manera, al declarar esa ofrenda sagrada, evitaban cumplir el
mandamiento divino. Pero lo que hace sagrada la ofrenda es el Dios al que se le
ofrenda, por lo cual la Palabra de Dios siempre prevalece por encima de
cualquier invento que pergeñen los fariseos para librarse de cumplir los
mandamientos (en este caso concreto, ellos se quedaban con los bienes, por lo
que estaban más que interesados en que el Cuarto Mandamiento sea dejado de lado
por su tradición humana).
“Anulan
la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido”. Los
Mandamientos de la Ley de Dios, desde el primero hasta el último –entre los que
se incluyen los Mandamientos de Jesús, como el “cargar la cruz cada día”, “perdonar
setenta veces siete”, “amar al enemigo” y otros más- no pueden nunca ser reemplazados
por elucubraciones salidas de la mente del hombre. Otro ejemplo, es el de “No
cometerás adulterio”: no se puede reemplazar este Mandamiento por el de “Comete
adulterio”, sólo porque se invoca una supuesta misericordia divina, que no es
tal sin la debida justicia. En el caso del matrimonio sacramental, es imposible
estar en gracia y al mismo tiempo en pecado mortal; es imposible permanecer en
el matrimonio sacramental y recibir la Comunión Eucarística si se está en
adulterio, y la razón es que la unión entre el hombre y la mujer, por el
sacramento del matrimonio, es una prolongación y una participación de la unión
mística, esponsal, sobrenatural, de Cristo Esposo con la Iglesia Esposa. Admitir
la comunión en estado de adulterio, implicaría admitir que, ya sea Cristo Esposo
o la Iglesia Esposa, son capaces de traicionarse mutuamente: Cristo con una
esposa que no es la Iglesia Católica Apostólica Romana, y la Iglesia Católica
Apostólica Romana, con otro Cristo que no sea el Único, el Hombre-Dios, la
Persona Segunda de la Trinidad, encarnada en el seno de María y que prolonga su
Encarnación en la Eucaristía.
“Anulan
la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido”. Anular
la Palabra de Dios por mandamientos humanos es un pecado que clama al cielo.
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