domingo, 30 de agosto de 2020

“Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”

 


(Domingo XXIII - TO - Ciclo A - 2020)

“Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 15-20). Jesús nos enseña una forma de oración, la grupal, motivo por el cual es una buena ocasión para hablar de la oración en general: la oración es, para el alma, más esencial que el oxígeno para el organismo, porque se trata de la elevación del alma a Dios, que así alcanza laFuente de Vida Increada. Sin oración, el alma está sin Dios y si está sin Dios está sin vida, por lo tanto, está muerta, igual que el cuerpo cuando se queda sin oxígeno. Si el alma no hace oración, está muerta, porque, aunque esté viva con su vida natural -es decir, la persona habla, respira, se mueve-, sin embargo está muerta a la Vida de Dios, porque no recibe de Él la Vida que es Dios en Sí mismo. Sin Dios, el alma está, paradójicamente, muerta, aun cuando ésta sea en sí misma la vida del cuerpo. Un alma sin oración es como un cadáver, es como un cuerpo sin alma: la oración es al alma lo que el alma es al cuerpo, es decir, es la vida y todavía más, porque por la oración le viene al alma una vida que no es un mero aumento cuantitativo o cualitativo de su vida natural, sino que recibe una Vida nueva, una Vida que antes no tenía, una Vida que es la Vida misma de Dios, que es la Vida Increada.

“Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”. La oración puede ser individual o en grupo, pero aun si es en grupo –“donde dos o tres se reúnen”-, la condición, para que sea verdadera oración y alcance al alma la Vida que viene de Dios, es que sea interior, según otra enseñanza de Nuestro Señor: “Cuando ores, entra en tu habitación y cierra la puerta y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. En otras palabras, la oración puede ser hecha en forma grupal, según la enseñanza del Evangelio de hoy, pero aun así debe ser interior y personal, para que sea escuchada por Dios y alcance de Dios su Vida Eterna.

“Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”. Si queremos que nuestra alma esté viva con la Vida de Dios, hagamos entonces oración continua, sea individual o grupal, pero hagamos oración y para cuando hagamos oración, tengamos en cuenta que hay una oración que es indefectiblemente escuchada por Dios, y es la Santa Misa, porque en ella es el Cordero de Dios quien se inmola para expiar por nuestros pecados para conseguirnos la gracia santificante que nos convierte en hijos de Dios. Entonces, si hay una oración en la que las palabras del Señor se hacen realidad -“Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”-, ésa es la Santa Misa, porque ahí Él se hace Presente en Persona, por la oración de la Iglesia. Por eso mismo, asistamos al Santo Sacrificio del altar y recibamos al Cordero de Dios que se nos entrega en la Eucaristía y así tendremos la Presencia y la Vida de la Trinidad en nuestras almas.

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