domingo, 23 de agosto de 2020

“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas…!”

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“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas…!” (Mt 23, 23-26). Jesús dirige contra fariseos y escribas sus “ayes” o lamentaciones y las razones son dos: porque se ocupan de lo que es circunstancial, como el dar el diezmo, mientras que olvidan lo esencial de la religión, “la justicia, la misericordia y la fidelidad”; el otro motivo del lamento de Jesús es que fariseos y escribas son escrupulosos en limpiar los utensillos, pero sus corazones están manchados por la “rapacidad y codicia”. De esta manera, Jesús se enfrenta en forma directa a la casta sacerdotal y religiosa de su tiempo, desenmascarando su hipocresía y falsedad, porque mientras aparentan por fuera ser hombres religiosos, por dentro, en lo más profundo de sus corazones, sólo demuestran amor de sí mismos y desprecio de Dios y sus prójimos. Los escribas y fariseos pensaban que eran buenos religiosos porque realizaban escrupulosamente prácticas externas superficiales y dictadas por la razón humana, mientras que al mismo tiempo descuidaban la esencia de la religión. Nada de esto escapa a Jesús, quien con su omnipotencia divina puede leer las mentes y los corazones y por esto mismo todo está presente ante sus ojos, aunque a los ojos de los hombres esté oculto.

“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas…!”. No debemos pensar que los ayes, las lamentaciones y los reproches de Jesús están dirigidos sólo a los fariseos y escribas: cualquiera de nosotros, bautizados, puede ser destinatario de los ayes de Jesús, si es que olvidamos la esencia de la religión, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad a Dios y su Ley Divina. Estemos atentos, no sea que por señalar los errores de los demás, caigamos nosotros en los mismos y peores errores todavía y para que eso no suceda, encomendemos nuestros pensamientos, palabras y obras a la Madre de Dios, María Santísima.

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