“Pedid
y recibiréis (…) vuestro Padre dará cosas buenas a quien se las pida” (Jn 16, 24). Jesús nos anima no solo a
dirigirnos a Dios como “Padre”, sino a que le “pidamos” lo que necesitamos;
ante todo, lo que necesitamos para nuestra vida espiritual. Jesús nos anima a
que ejercitemos, por así decir, nuestra condición de hijos adoptivos de Dios,
porque nos dice que le pidamos a Dios por lo que necesitamos, así como un niño
pequeño pide a su padre aquello que necesita. Ahora bien, ¿qué cosa pedir? Como
dijimos, es necesario pedir, ante todo, lo que es necesario para nuestra vida
espiritual y lo que necesitamos, esencialmente, es la vida de la gracia, porque
es la gracia la que nos hace ser partícipes de la vida divina del Ser divino
trinitario y es la gracia la que nos abre las puertas del Reino de los cielos. Otro
elemento a tener en cuenta es que, como la misma Escritura lo dice, “no sabemos
pedir” lo que nos conviene, porque, o pedimos mal, o pedimos lo que no nos es
conveniente para nuestra salvación. Y en relación a lo que debemos pedir, es el
mismo Jesús quien nos orienta en aquello que debemos pedir: “Pidan el Espíritu
Santo y el Padre del cielo se los dará”. Es decir, nuestro Padre Dios no sólo
nos dará todo aquello que materialmente sea necesario para nuestra subsistencia
corporal, sino que nos concederá la gracia necesaria para salvar nuestras almas
y de hecho lo hace, cada vez que tenemos a nuestra disposición los Sacramentos,
sobre todo la Penitencia y la Eucaristía; pero todavía más, en el exceso de su
Amor infinito por nosotros, Dios Padre nos dará su Amor, el Amor de su Divino
Corazón, el Espíritu Santo.
“Pedid
y recibiréis (…) vuestro Padre dará cosas buenas a quien se las pida”. Pidamos
al Padre lo que necesitemos para vivir, pero sobre todo pidamos al Dador de
dones, el Amor de Dios, el Espíritu Santo.
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